viernes, 27 de enero de 2012

Colonialismo puntocom

 Página/12


EL PAIS › OPINION

Colonialismo puntocom
Por Eva Giberti


Cuando yo concurría a la escuela primaria, hace ya setenta años, en mi casa compraban, junto con “el” Billiken, la revista Figuritas. Esa revista que incorporaba imágenes, dibujos, que podrían utilizarse en la escuela, cuentos para niños y niñas, acertijos y algunas publicidades, incluía sistemáticamente una frase en el borde superior de cada página: las Malvinas son Argentinas. Y en alguna doble página interior, un mapa desplegando el perfil de las islas. De manera que quienes leíamos, inevitablemente, incorporábamos la frase que se instalaba como un mantra: las Malvinas son Argentinas.
Era necesario saber por qué importaba tener presente ese contenido, de manera que la revista surtía de datos permanentemente. Contaba la historia y clavaba la bandera nacional sobre el territorio malvinense. Todas las semanas, los días jueves, Figuritas repetía el mismo mandato patriótico.
Algún visitante de la familia, al advertir que Figuritas era tema de lectura de aquella niña, comentó con aire preocupado: “Vean, ustedes están llenándole la cabeza a la nena con esas historias contra los ingleses. Es chica y se les puede convertir en nacionalista...”. Eran los tiempos en los que en la escuela nos enseñaban que la Mazorca pasaba a degüello a los unitarios, que ese rosista de Rosas había inventado la tiranía en nuestro país, que los buenos –los unitarios– tenían que exiliarse en Uruguay, y alumnos y alumnas recortábamos figuritas de mazorqueros que traía el Billiken y las pegábamos en los cuadernos, resaltando la lucha nacional contra la barbarie. Mientras, la figura de Manuelita –la hija de Rosas– amainaba con su presencia e intervenciones la ferocidad del padre. De manera que ése era el peligro de convertirme en nacionalista: oponerme a los ingleses que se habían apropiado de las islas, y por extensión adherir a Rosas.
Mi padre –italiano de la Toscana, simpatizante de la anarquía– se ocupó de explicarme qué significaba crear una colonia, apoderarse de un territorio y someter a sus pobladores, o poblarlo con gente propia. Algo complicado para mantenerse en la mente de una niña de diez años, ya que mi padre murió y yo quedé a merced de la escuela primaria. Donde no me hablaban de las Malvinas, pero me enseñaban a leer Amalia, de José Mármol, o sea el cántico a la libertad de los unitarios exiliados.
Muchos años más tarde, aprendiendo a revisar aquello que me habían enseñado en las escuelas y aun en las universidades, me di cuenta de qué significaba el colonialismo: yo había sido colonizada respecto de mi país, y así había permanecido durante décadas. Fue cuando empecé a regalarles a mis hijos el libro de Borrero, La Patagonia Trágica (que descubrí revisando libros que se liquidaban, en la calle Corrientes), obra que describe la Campaña del Desierto y el etnocidio de los nativos patagónicos y que resultaba difícil encontrar. También qué sucedía con los puertos de aquellas regiones y con los buques que, según cuentan, cargaban carnes para el continente europeo. Osvaldo Bayer todavía no nos había entregado sus textos y a Borrero había que encargarlo porque no se encontraba en las librerías.
Resultó inevitable que mis hijos dijeran lo no-debido en sus escuelas, y empezaran, mucho antes que yo, a entender qué significa ser intelectualmente colonizado. Por supuesto, sus hijos, mis nietos, se negaron a repetir en sus escuelas la historia oficial acerca de Cristóbal Colón y las joyas de la reina Isabel la Católica: porque otros fueron los dineros que se usaron para fletar la Pinta, la Santa María y la Niña. Afortunadamente, uno de mis nietos concurría a una escuela donde le contaban la historia en serio.
Durante décadas, la herencia colonial saboteó –inútilmente– el añejo mantra de la abuela: las Malvinas son Argentinas. Por eso, cuando una escucha que los argentinos somos colonialistas, de memoria recurre a Sto-ppelman, nuestro filósofo con humor propio (que acompaña a Víctor Hugo Morales en su programa radial), cuando dice “pasan cosas raras.com”, y nos advierte que las rarezas pueden suscitarse del modo menos pensado. Y provenientes de las latitudes más inesperadas. Que conviene escuchar, impasibles, mientras los niños y las niñas actuales pegan el perfil de las Islas en sus cuadernos y el resto de la ciudadanía espera la mesa de negociaciones para recuperarlas. Mientras, los Estudios Poscoloniales, me parece, podrían incorporarse en los planes de estudio de niños, niñas y adolescentes que –desde 1998 o antes– nos acercan la voz esclarecedora y denunciante de los autores latinoamericanos, africanos y otros colonizados/subordinados por el pensamiento eurocéntrico.
Las Malvinas constituyen un argumento mayor para posicionarse en tanto derechos nacionales. También porque a la vera de nuestra escucha están las voces de los chicos de la guerra, los “Pichiciegos” que Rodolfo Fogwill describió con su prosa tajante, para que también ellos sigan contando cómo fue aquello. Heroico y malvado.
Mientras su pertenencia no era reconocida por nuestros compatriotas (quizá como efecto de la educación), las Islas aunque argentinas estaban en la mesa de negociaciones, ajenas para quienes no pensaban en ellas. La guerra las incluyó en el pensamiento de muchos. Ahora, el tema forma parte de otra dimensión política: un pasaje de la modernidad-nacional (rescatada por el conflicto) a la modernidad-del mundo (que acompaña) y donde el mantra ha sido colocado.

martes, 10 de enero de 2012

2011 - Programa de Filosofía de la Educación

UNIVERSIDAD NACIONAL DE
LOMAS DE ZAMORA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN
PRIMER CUATRIMESTRE DE 2011



Equipo de cátedra
                Profesora Titular:      Dra.   Mónica Cerutti
                Ayudantes:               Lic.    Viviana Pérez
                                               Lic.    Liliana Ghisolfo
                                               Prof.  Marcelo Berias.

I  Fundamentación:
Toda filosofía supone una concepción del sujeto, por ello antes de reflexionar filosóficamente sobre los distintos aspectos de la educación, es necesario especificar desde cuál concepción del sujeto  se planteará la reflexión.
Pensar al sujeto en las coordenadas teóricas actuales, supone introducirse en los textos de Freud, para situar desde el “descubrimiento” freudiano del sujeto del inconsciente, la ruptura con el sujeto consciente de la filosofía moderna y con la supuesta disolución del sujeto planteado por el posmodernismo.  Introducirse en la conceptualización del sujeto que aporta el psicoanálisis a la cultura implica pensar al sujeto en la cultura y en consecuencia, las determinaciones de ésta sobre el sujeto y del sujeto sobre ella.  El individuo, desarraigado de los otros y de la historia, capaz de conocer todo sobre sí y el mundo y totalmente libre, postulado por la modernidad y promocionado en los últimos años por el discurso posmoderno, será puesto en cuestión.  Pensar  a los sujetos implica una  trama conceptual compleja que no puede escindirlos de su historia –individual y social- ni de las tramas que tejen con los otros.  No hay sujeto sin historia y sin otros.
La investigación en Ciencias de la Educación en Argentina recurre al psicoanálisis para situar a los sujetos de la educación.  Por ello, la cátedra elige ubicarse en este campo de producción de conocimientos para pensar el sujeto y la subjetividad en el campo de la educación, que se referencia en los textos de Freud y  Lacan.
La vigencia de la obra de Paulo Freire para repensar las distintas dimensiones de la educación en la actualidad, marca la importancia de releer en sus textos la concepción del educando y del educador como sujetos histórico- sociales, y en proceso permanente de aprendizaje y de búsqueda curiosa de conocimientos que le permitan actuar en el mundo.
Asimismo la reflexión filosófica sobre la educación que realizaremos en esta cátedra nos conduce a analizar las nuevas realidades que la emergencia de la pobreza y la indigencia, el descrédito de lo público, la pérdida de valor de la palabra, la pérdida de autoridad de los adultos y otras situaciones producidas por la implementación de políticas neoliberales durante los ‘90, produjeron en el ámbito escolar.  Registrar la historia reciente, sus consecuencias y registrar los modos en que afectó a educadores y educandos será parte de nuestra reflexión.
Repensar la función de la escuela pública y de los docentes en el presente requiere mirar al pasado para registrar de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos ir como país.  Toda práctica educativa se inscribe en un proyecto de país determinado.  Registrarlo es importante porque en ellos se inscriben nuestros desafíos, nuestros anhelos y los obstáculos que se nos presentan.
Para realizar estas reflexiones nos parece imprescindible el conocimiento de la historia argentina de los últimos setenta años, historia en la cual se han inscripto y modelado nuestras prácticas como docentes y como ciudadanos y en la que se inscriben las realidades de nuestros alumnos.
II  Objetivos
Los alumnos en el transcurso de la cursada podrán:
·        distinguir las concepciones de la filosofía moderna y posmoderna sobre el sujeto y la subjetividad,
·        apropiarse de la noción de sujeto planteada por el psicoanálisis y por el pensamiento de Paulo Freire,
·        ubicar en su contexto histórico-social la función de la educación pública, la práctica de los docentes y la trayectoria de  sus alumnos,
·        comprender que todo sujeto tiene una historia que lo constituye y que eso incide en los procesos de enseñanza-aprendizaje,
·        entender que las representaciones deshistorizantes  de los adolescentes y los niños naturalizan su condición y son obstáculo a las prácticas  educativas,
·        comprender que las teorías y prácticas educativas suponen siempre una determinada concepción de los sujetos de las mismas que está expresada u oculta,
·        analizar y desmontar las representaciones que en las escuelas se tiene de educadores y educandos,
·        situar la vigencia del pensamiento de Paulo Freire para pensar los procesos educativos y resolver problemáticas que se presentan en la actualidad en las escuelas públicas, en particular con los adolescentes,
·        comprender que todo proyecto educativo supone un proyecto de país, en el que se juegan los valores de inclusión, justicia, igualdad, solidaridad, diversidad cultural, o sus contrarios: exclusión, injusticia, desigualdad, segregación de las diferencias,
·        realizar una reflexión/investigación sobre la función de la escuela pública y de los docentes particularmente en la escuela secundaria actual, teniendo en cuenta los desafíos que ella plantea a la educación pública,
·        elaborar y sostener preguntas que orienten su propio proceso de aprendizaje y que les permita reflexionar sobre  su práctica en los diversos espacios educativos donde la desarrollan,
·        ejercitarse en la tarea de crear espacios áulicos de producción colectiva de conocimientos,

III  Unidades programáticas

Unidad I
La noción de sujeto en la filosofía y en el psicoanálisis .
El sujeto consciente de la filosofía moderna.  El sujeto transparente y puro de la filosofía posmoderna.  Individualismo y desubjetivación. Freud y el sujeto del inconsciente. El sujeto en el psicoanálisis: el sujeto individual es a la vez sujeto social.
La psicología individual es psicología social.  La civilización como represión de la hostilidad y el odio originarios. La horda primordial y la comunidad de hermanos.  La tolerancia de las diferencias como  restricción del narcisismo.
Los procesos de identificación en la constitución de los sujetos sociales.
Función paterna y subjetividad. El sujeto en la cultura: el malestar como límite irreversible.  Educar, gobernar y analizar como tareas imposibles en tanto incompletas.
La agresividad y el odio como parte de la condición humana.  El amor como fuerza ligante.
El yo y el otro. El semejante.
Conformación del yo en el estadío del espejo.  La alienación del yo.  La imagen y su función totalizante. Más allá de la imagen: la constitución del semejante como prójimo. Función del amor al otro como factor de cultura. El odio articulado a la pulsión de muerte.  Función de lo simbólico: su poder ordenador y de sostén de las diferencias.

Unidad II

Historia y sujetos.  Historia Argentina.
No hay sujeto sin historia y sin otros. El conocimiento de la propia historia como condición imprescindible para pensarnos como sujetos, y poder pensar en su contexto la función de la escuela, de la educación en general y de los maestros.  Los diversos proyectos de país en la historia argentina.  Orígenes históricos del radicalismo y del peronismo.
El terrorismo de Estado y los juicios contra la impunidad consecuencias en la sociedad.
Retirada del Estado de sus funciones protectoras y un proyecto de país para pocos durante los años 90: efectos en la educación y en la constitución de la subjetividad de alumnos y docentes.
Consecuencias  en la subjetividad de los jóvenes, particularmente de los sectores populares.  El puro presente, el individualismo y la indiferencia posmodernas: consecuencias sociales. El estallido social del 2001.
La propuesta de un país para todos a partir del 2003. Nuevas realidades sociales, nuevas subjetividades y sus efectos en los procesos educativos.

Unidad III
El pensamiento de Paulo Freire.
La educación popular: características.  Modos de concebir el proceso educativo.  Docentes y alumnos como sujetos del proceso.  Alumnos y docentes como sujetos históricos y sociales.  La educación como emancipación. Producción de conocimientos entre docentes y alumnos. Respeto por el otro como ‘otro’. No hay docente sin alumnos.
Nadie nace hecho, todos nos hacemos haciendo la historia.  Historicidad e inacabamiento como parte de la condición humana.
Crítica a las concepciones neoliberales y posmodernas de la educación y de los sujetos de la educación.
La educación popular al interior de la escuela pública.  Condiciones y posibilidades.
Vigencia del pensamiento de Paulo Freire para fundar nuevas prácticas educativas.

Unidad IV
Para una reflexión sobre la escuela secundaria hoy:
La escuela secundaria pública.  El malestar en las escuelas públicas.  Discursos sociales y representaciones sobre los jóvenes de los sectores populares.  Naturalización de realidades sociales en contraposición a la  historización de las mismas.  El imaginario de jóvenes no-educables.
La escuela pública durante el período neoliberal.  Prácticas escolares de segregación y exclusión.  Diversos modos de violencia en la escuela.  Concepto de educación como imposición de pautas de conducta.   
Crisis del neoliberalismo, nuevo papel del Estado en la sociedad, presencia del Estado en la educación pública.  Políticas educativas nacionales desde el 2003: características y alcances.  Inversión en educación.  La educación pública como factor de igualación social.
La escuela como lugar de inclusión.  Ruptura del imaginario del alumno ideal.
Apertura a nuevas prácticas educativas.  Obstáculos y dificultades para los docentes.
Experiencias y creación de nuevas metodologías de trabajo docente.
Nuevas realidades aportadas por los alumnos.  La escuela como espacio para forjar un proyecto de vida.
La educación como tarea ‘imposible’: sólo por el deseo se aprende.
La importancia de la transmisión del entusiasmo en la escuela.
El pensamiento filosófico-político de Carlos Vergara y sus propuestas para la enseñanza en la escuela secundaria, vigencia de sus posiciones.

IV  Metodología de trabajo
Clases teórico prácticas.
Invitación a establecer el espacio del aula como un lugar de producción de conocimientos entre los alumnos y los docentes.  Presentación de textos para la discusión colectiva.  Los textos propuestos por la cátedra y aquellos que los alumnos aporten, servirán como disparadores de una reflexión colectiva e individual  sobre la función de la escuela y de los docentes en este momento histórico y sobre las nuevas realidades que les toca afrontar a docentes y alumnos en las aulas de las escuelas públicas particularmente de la escuela secundaria.  Se propone instalar un clima de reflexión permanente que autorice a la producción de preguntas problematizadoras, siempre aportando pautas para encontrar respuestas posibles.  En este espacio se trabajará con  relatos de  experiencias innovadoras de ellos mismos y de otros docentes, que frente a obstáculos y dificultades en el aula en lugar de apelar a la inmovilidad, apelaron a la creatividad y a la renovación del compromiso con sus educandos y con la educación como un derecho para todos.
Se alentará a establecer un posicionamiento activo de los alumnos frente a los textos y a los docentes que les permita constituirse en actores de su propio proceso de aprendizaje, único modo de trasmisión de los conceptos nodales de la educación popular.
V  Bibliografía de cátedra
Bibliografía de consulta obligatoria
·        Belgich, Horacio: “Orden y Desorden Escolar. Cómo enseñar, aprender, imaginar y crear una institución escolar diferente”. Rosario, Homo Sapiens Ediciones.2004, pág 45 a 195.
·        Calveiro, Pilar: “Poder y Desaparición. Los campos de concentración en Argentina” , Bs. As, Ediciones Colihue, 2006.
·        Cerutti, Mónica: “La víctima y El oprimido”. 2004. (Tres ensayos).
·        Equipo de investigación dirigido por Silvia Duthcavsky: Videos: Entre Líneas y En la esquina.
·        Freire, Paulo y otros: “El grito manso”, Siglo XXI.
·        Freire, Paulo: “Pedagogía de la autonomía”. México, Siglo XXI, Ed., 1998. Selección de capítulos: Primeras Palabras, No hay docencia sin discencia y Enseñar no es transferir conocimiento.
·        Freire, Paulo: “Política y Educación”. México, Siglo XXI Ed.5ª edición, 2001. Selección de capítulos: Primeras Palabras, Nadie Nace Hecho: experimentándonos en el mundo es como nos hacemos a nosotros mismos, Escuela Pública y Educación Popular.
·        Freire, Paulo: “Reflexion crítica sobre las virtudes del educador”. Bs. As., Ediciones Búsqueda, 1985.  Intervención de Paulo Freire en el Centro Cultural Gral. San Martín, el 21/06/1985, con ocasión de presentarse el libro “Saber Popular y Educación en América Latina”.
·        Freud, Sigmund: “De guerra y muerte. Temas de actualidad”, en Obras Completas, Amorrortu Editores, Tomo XIV.
·        Freud, Sigmund: “El malestar en la cultura”, en Obras Completas, Amorrortu Ed., Tomo XXI.
·        Kantor, Debora: “Variaciones para educar jóvenes y adolescentes”.Bs. As., Ediciones del Estante, 2008. Cap. 1 Rasgos de las nuevas adolescencias y juventudes, Cap. 3 Adultos en Jaque, Cap. 5 La participación y el respeto de los intereses: la complejidad de un enunciado, Cap. 6, La otra educación y diálogo con Sergio Canosa y Rolando Lopez: Hacer crecer la responsabilidad de los pibes..
·        Roig, Arturo Andrés: “Los krausistas argentinos”, Cap. IV. “El krausismo en la enseñanza secundaria”, Bs. As., El Andariego, 2006, edición corregida y aumentada.
·        Ygel, Mario Alfredo: “Un hermano, un prójimo”. 2003.  Ensayo.

Bibliografía de consulta imprescindible:
·        Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora.
·        Diccionario de Psicoanálisis de Roland Chemama.
·        Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano de Dylan Evans.
·        Diccionario de la Real Academia Española.

Bibliografía de consulta opcional
·        Alarcón, Cristhian: Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vida de pibes chorros, Buenos Aires, Grupo editorial Norma, 2003.
·        Anales de la educación común. Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.  Selección de textos de diferentes números.
·        Duschatzky, Silvia: Maestros errantes. Experimentaciones sociales en la intemperie, Bs. As., Paidós, 2007. Capítulo 8. Tiro de Esquina.
·        Dussel Inés y Daniela Gutiérrez (Comp.): Educar la mirada. Políticas y pedagogías de la imagen, Bs. As. Editorial Manantial, 2006.
·        El monitor de la educación.  Revista del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.  Selección de textos de diferentes números.
·        Foucault, Michel: La evolución de la noción de ‘individuo peligroso’ en la psiquiatría legal y Los anormales en Michel Foucault, La vida de los hombres infames, La Piqueta.
·        Freire, Paulo: Pedagogía de la tolerancia, Organización y notas de Ana María Araujo Freire, Fondo de Cultura Económica / CREFAL.
·        Freud, Sigmund: Psicología de las masas y análisis del yo, (1921), en Obras completas, Amorrortu Editores, Tomo XVIII.
·        Haussoun, Jacques: Los contrabandistas de la memoria, Ediciones de la Flor.
·        Hernández Arregui, Juan José: La formación de la conciencia nacional, Peña Lillo Editores.
·        Korol, Claudia: Caleidoscopio de rebeldías, Ediciones América Libre.
·        Mouffe, Chantal: En torno a lo político, Fondo de Cultura Económica.
·        Najles, Ana Ruth: El niño generalizado. Segregación y violencia. Plural Editores / Asociación del Campo Freudiano de Bolivia.
·        Pommier, Gerard: Los cuerpos angélicos de la postmodernidad, Nueva Visión.
·         Puiggrós, Adriana (Dirección): Historia de la educación en la argentina (8 Tomos), Editorial Galerna, diferentes ediciones.
·        Rojas, Patricia: Los pibes del fondo. Delincuencia urbana. 10 historias. Grupo Editorial Norma.

VI  Evaluación y Regularidad
Sistema de Regularidad:
·        Aprobación de dos instancias de evaluación.
·        80 % de asistencia.
Sistema de Evaluación:
·        Se evaluará la participación en el espacio compartido del aula a través de las preguntas e intervenciones que cada alumno realice, la capacidad de reflexión crítica de sus propios supuestos, y la capacidad de generar un espacio colectivo de trabajo.
·        Presentación de un trabajo grupal escrito, resultado de la investigación-reflexión-integración  realizada por cada alumno durante el cuatrimestre.
Examen final:
·        Examen oral individual en el que se evaluará la apropiación de los conceptos llevada a cabo por parte de los alumnos para la renovación de concepciones y prácticas al interior de las escuelas secundarias públicas a las que hemos dedicado este programa.
·        Los alumnos libres, de acuerdo a las normas vigentes, deben presentarse con el programa de la última cursada o último cuatrimestre (al que deben conocer en todos sus términos) le caben las mismas exigencias que al alumno regular, sumándosele la necesidad de aprobar, en primer lugar, una evaluación escrita que debe ser aprobada para pasar a la instancia oral.

VII  Equipo de cátedra
Profesora Titular:       Dra. Mónica Cerutti
Ayudantes:                Lic. Viviana Pérez
                                 Lic. Marcelo Berias
                                 Lic. Liliana Ghisolfo




Mónica Cerutti
Marzo de 2011

Un espacio de Historia Argentina

La patria empezó con el asesinato del mayor revolucionario

Mariano Moreno fue el mayor estratega por su visión antiimperialista y su pensar nacional, en una época de pensamiento envasado en Europa. La oligarquía de Buenos Aires lo consideró “el sabiecito del sur” y tuvo que ser asesinado a los 33 años, a manos de un “Plan de operaciones”.


“Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”Mariano Moreno

En la “noción de patria” se conjugan diversos significados. Difícil de aprehender, imprecisa pero eficaz en el plano ideológico, la patria juega y revolotea las cabezas de militares, historiadores e intelectuales. Mito fundante de la noción de patria es el “plan de operaciones” que la junta de mayo le encargó a Mariano Moreno para que redactara, el cual fue presentado en agosto de 1810.
Los revolucionarios de la época de Mariano Moreno se inspiraron en los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la  Revolución francesa, difundidos por la “Enciclopedia”. En ese marco, la Universidad de “San Francisco Xavier”, en Chuquisaca, se hizo famosa no sólo por impartir dogmáticas enseñanzas teológicas, sino también por haberse convertido, gracias al contrabando de libros prohibidos, en faro de rebeldía. Las nuevas corrientes de pensamiento nutrieron las mentes de tres de las más connotadas figuras de la Revolución de mayo de 1810, que estudiaron en sus aulas: Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo. La figura de Moreno se adhiere aún más al Alto Perú al contraer matrimonio con la adolescente chuquisaqueña María Guadalupe Cuenca, de sólo 14 años. De esa unión nació Marianito Moreno Cuenca. En Mariano Moreno resalta, en primer lugar, su capacidad de pensar con cabeza propia, lo que no varía por su admiración a Rousseau y los enciclopedistas, de los que tomará sólo lo que conviene al proceso revolucionario.
Dice Felipe Pigna en su biografía de Mariano Moreno:
(En julio de 1810, la Junta había encargado a Moreno la redacción de un Plan de Operaciones, destinado a unificar los propósitos y estrategias de la revolución. Moreno presentó el plan a la Junta en agosto, y le aclaró a su auditorio que no debía "escandalizarse por el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa. Para conseguir el ideal revolucionario hace falta recurrir a medios muy radicales". En el Plan de Operaciones, Moreno propuso promover una insurrección en la Banda Oriental y el Sur del Brasil, seguir fingiendo lealtad a Fernando VII para ganar tiempo, y garantizar la neutralidad o el apoyo de Inglaterra y Portugal, expropiar las riquezas de los españoles y destinar esos fondos a crear ingenios y fábricas, y fortalecer la navegación. Recomendaba seguir "la conducta más cruel y sanguinaria con los enemigos “para lograr el objetivo final: la independencia absoluta. A poco de asumir el nuevo gobierno, se habían evidenciado las diferencias entre el presidente, Saavedra, y el secretario Moreno. Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaba que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires, porque el interior seguía en manos de los sectores más conservadores vinculados al poder anterior. "El gobierno antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y abatimiento, pero como la naturaleza nos ha criado para grandes cosas, hemos empezado a obrarlas, limpiando el terreno de tanto mandón ignorante").
“El Plan…” fue la mayor estrategia revolucionaria y patriótica que la Argentina pudo forjar por aquellos tempranos años de ansias independentistas. Y para ello, el gobierno debía empezar enfrentando intereses concretos. Y Mariano Moreno lo concibió de manera radical para lograr objetivos estratégicos para la nación. Claro, hubo diferencias y contradicciones en el nuevo gobierno que surge con la Junta. Sectores más retraídos y conservadores no querían avanzar más allá, como Cornelio Saavedra, quien representaba a los intereses conservadores que intentaban mantener la situación social previa a la revolución. Y por ello, la disputa Saavedra-Moreno encarnará la contradicción principal de la Nación.
El primer asesinato de la patria sin dudas es el que se le propinó a Moreno y a todo lo que él representaba. Las ideas de igualdad, justicia social, anti esclavismo, independencia económica y soberanía política vienen de sus acciones e ideas. Por ello, ante el Plan revolucionario y jacobino de Moreno se le opuso el plan para asesinarlo. Así nos lo cuenta Felipe Pigna: (Cornelio Saavedra, moderado y conciliador con las ex autoridades coloniales, había logrado imponerse sobre Mariano Moreno. Para desembarazarse de él lo envió a Europa con una misión relacionada con la compra de armamento. Moreno aceptó, quizás con la intención de dar tiempo a sus partidarios para revertir la situación, y quizás también para salvar su vida. Saavedra dio su versión de los hechos en una carta dirigida a Chiclana el 15 de enero de 1811: "Me llamó aparte y me pidió por favor se lo mandase de diputado a Londres: se lo ofrecí bajo mi palabra; le conseguí todo: se le han asignado 8.000 pesos al año mientras está allí, se le han dado 20.000 pesos para gastos; se le ha concedido llevar a su hermano y a Guido, tan buenos como él, con dos años adelantados de sueldos y 500 pesos de sobresueldo, en fin, cuanto me ha pedido tanto le he servido". La fragata inglesa Fama soltó amarras el 24 de enero de 1811. A poco de partir Moreno, que nunca había gozado de buena salud, se sintió enfermo y le comentó a sus acompañantes: "Algo funesto se anuncia en mi viaje...". Las presunciones de Moreno no eran infundadas. Resulta altamente sospechoso que el gobierno porteño hubiera firmado contrato con un tal Mr. Curtís el 9 de febrero, es decir, quince días después de la partida del ex secretario de la Junta de Mayo, adjudicándole una misión idéntica a la de Moreno para el equipamiento del incipiente ejército nacional. El artículo 11 de este documento aclara "que si el señor doctor don Mariano Moreno hubiere fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtís con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho el doctor Moreno". Al poco tiempo de partir Moreno hacia su destino londinense, Guadalupe, que había recibido en una encomienda anónima un abanico de luto, un velo y un par de guantes negros, comenzó a escribirle decenas de cartas a su esposo. En una de ellas le decía: "Moreno, si no te perjudicas, procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios".
La carta estaba fechada el 14 de marzo de 1811, y como las otras, nunca llegó a destino. Mariano Moreno había muerto hacía diez días, tras ingerir una sospechosa medicina suministrada por el capitán del barco. Su cuerpo fue arrojado al mar envuelto en una bandera inglesa. Guadalupe le siguió escribiendo sus fogosas cartas. Se enteró de la trágica noticia varios meses después, cuando Saavedra lanzó su célebre frase: "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego". Los boticarios de la época solían describir los síntomas producidos por la ingesta de arsénico como a un fuego que quema (...las entrañas...).

Fuente:  http://www.mdzol.com/mdz/nota/297956

Paulo Freire - El grito manso

EL GRITO MANSO
Paulo Freire


Siglo veintiuno editores Argentina s. a.
Tucumán 1621 7º N (C1050AAG), Buenos Aires, República Argentina

Freiré, Paulo
El grito manso.- 1a. ed. 2ª reimp.
Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2006.
1122 p.; 21x14 cm.- (Educación)

Portada: Estudio Acevedo & Gracia
Ilustración de tapa: Claudius Ceccon

1ª edición argentina: 2.000 ejemplares
© 2002, Siglo XXI Editores Argentina S.A.
ISBN 987-98701-8-2
Impreso en Artes Gráficas Soler, Alte Soler 2450, Avellaneda
En el mes de junio 2006



La lucha no se acaba, se reinventa
(Preguntas)
¿Cómo motivar a los alumnos e impedir que se adapten al desinterés, al individualismo y a la falta de solidaridad imperante?
Evitar el empaquetamiento de los alumnos es una de nuestras tareas.  Obviamente frente al problema del desempleo no es fácil motivar a la gente, mantenerla incluso en una posición de esperanza, pero es fundamental que discutamos con los alumnos la propia razón de ser, el origen de nuestras dificultades.  Si nosotros conseguimos convencer a los jóvenes de que la realidad, por difícil que sea, puede ser transformada, estaremos cumpliendo una de las tareas históricas del momento.  Hay que tener en cuenta que la historia no termina con la historia individual de cada uno.  Yo voy a morir dentro de poco, pero la historia de Brasil sigue con los otros brasileños y brasileñas.  La historia es un proceso.  Si nosotros hacemos nuestra parte contribuiremos a la lucha de la generación siguiente.  Aun cuando en ciertos momentos uno pueda sentirse cansado, aun cuando puede pensar que su tiempo de lucha pasó, no tiene derecho a desistir de la lucha.  Lo que sí tiene, es el derecho a descansar un día.  Yo no tengo derecho de desistir de la lucha porque llegué a los setenta y cinco años.  Soy muy joven todavía para eso.
¿Cuál es la utopía educadora posible hoy en Latinoamérica?
La utopía posible no solamente en Latinoamérica sino en el mundo, es la reinvención de las sociedades, en el sentido de hacerlas más humanas, menos feas, en el sentido de transformar la fealdad en belleza.  La utopía posible es trabajar para hacer que nuestras sociedades sean más vivibles, más deseables para todo el mundo, para todas las clases sociales.
Metodológicamente, ¿cómo organizaría resistencia?
Empezando por nuestra propia localidad, por nuestro barrio, nuestra vecindad.  Necesitamos reinventar las formas de acción política.  Mucha gente no recuerda siquiera a quiénes votaron.  Hay que revalorizar la democracia.  No sólo es preciso saber a quiénes votamos, sino saber qué están haciendo aquellos y aquellas por quienes votamos, pedirles que rindan cuenta, denunciarlos si no cumplen, para no volver a votarlos en las próximas elecciones.  Hay que vigilarlos.  Otra cosa que se podría hacer es recopilar las declaraciones de los diferentes candidatos, hacer una lista de las promesas hechas durante la campaña electoral y controlar si lo que dijeron coincide con lo que están haciendo.  Generalmente durante la campaña electoral se sostiene un discurso que no tiene nada que ver con la práctica posterior.  Hay que publicar estas cosas.  Denunciar a los candidatos que están incumpliendo sus promesas es una forma de pelea, una forma de romper el aislamiento.  Este es apenas un ejemplo de lo que se puede hacer.
¿Se acabó la historia? ¿Se acabaron las ideologías? ¿Se terminaron las clases sociales?
Lo primero es rechazar estos discursos, definirlos por lo que son, discursos puramente ideológicos, pertenecientes a una ideología reaccionaria.  La historia no se acabó, sigue viva y es de lucha. Las clases sociales no se acabaron, están ahí, manifestando en las calles del mundo entero, la explotación no terminó, ni los hechos son irreversibles. Tenemos que comprender que las luchas de los pueblos atraviesan etapas diferentes y esas etapas tienen dificultades diferentes.  Hoy, en la radio de la Universidad cité una reunión que se "realizó en Berlín, bajo el influjo de la situación de Chiapas, donde científicos europeos emitieron una dura crítica al discurso y a la práctica económica neoliberal.  Un análisis muy serio que en este momento continúa en México.  Encuentros como éste son testimonio de que es posible pelear.  Que es preciso pelear.
¿Cómo lograr el cambio en la actitud docente?
En primer lugar, es preciso que el docente esté por lo menos inclinado a cambiar.  En segundo lugar, el docente debe tener en claro cuál es su posición política.  La educación es una práctica política y el docente como cualquier otro ciudadano debe hacer su elección.  En tercer lugar, es preciso que el docente empiece a construir su coherencia, que disminuya la distancia entre su discurso y su acción.  ¿Cómo puedo hacer un discurso progresista y luego asumir un comportamiento sectario, con prejuicios de clase o de raza?  Estas contradicciones, a veces solapadas, deben ser develadas.  La primera pelea que un docente progresista debe dar es consigo mismo.  Ese es el comienzo del cambio.
¿Cómo construir la pedagogía de la movilidad?
En primer lugar moviéndonos.  No es posible trabajar por una pedagogía del movimiento quedándonos quietos.  Primero tenemos que andar, y andar significa en este caso, aun quedándonos sentados, estar abiertos al cambio y a la diferencia.  Yo no puedo hablar a los alumnos de una pedagogía de la palabra si los silencio, si ante una pregunta que me crea dificultad, contesto: ¿Vos sabes con quién estás hablando?  Ustedes no se imaginan lo que se aprende con el diferente.  A veces no aprendemos con el igual, pero con el diferente, siempre.  A veces aprendemos incluso con el antagónico.  Una pedagogía del movimiento es una pedagogía de apertura hacia el otro, el diferente.  Cuando llegué del exilio, en uno de mis primeros seminarios, en la Universidad Católica de Sao Paulo, tuve de alumna a una joven señora, seguramente reaccionaria, que guardaba hacia mi persona un resentimiento gratuito, histórico.  Cuando hablé de lo que pensaba hacer, ella me miró y me dijo: no voy a faltar ni un día a su clase porque quiero ver si hay coherencia entre lo que dice y lo que hace.  Yo le contesté: muy bien, muchas gracias, estoy contento de que usted venga, será siempre bien recibida y tengo la certeza de que cuando terminemos el semestre usted va descubrir con pruebas concretas que lo que digo coincide con lo que hago.  Nunca tuvimos una relación mayor, pero nunca faltó y terminado el semestre tuvo la nota más alta, porque era una mujer seria, estudiosa e inteligente, pero reaccionaria, y era un derecho que tenía, el de ser reaccionaria, como el derecho que yo tengo de no ser reaccionario.  Cortésmente nos despedimos y ella dijo: usted hace lo que dice.  Ese fue el mejor regalo.  En realidad, el mejor regalo hubiera sido que ella viniera a verme y dijera: me convertí, ahora soy una mujer progresista.  No es fácil.  Siempre existe la tentación de rechazar al que piensa diferente.  Hay que dar esa pelea.  El profesor que quiere ser coherente con su posición democrática y ética tiene la obligación de entender y respetar las opiniones diferentes a las suyas.
¿Cómo resistir desde el espacio gremial, en una época en que las organizaciones de los trabajadores están desvalorizadas e infiltradas por la cultura  dominante?
Ésta es otra cuestión muy seria.  A mi juicio, los gremios deberían estudiar con mucha seriedad la situación actual.  Ustedes ya habrán percibido, por ejemplo, cómo las huelgas están debilitadas.  Pero el hecho de que las huelgas pierdan eficacia no significa, primero, que la lucha deba desaparecer.  La lucha es histórica.  La manera como la lucha se da es también histórica, témporo-espacial.  No necesariamente se lucha de la misma manera acá que en París.
Lo fundamental es saber que la lucha no se acabó, no se acaba, que siendo histórica, cambia la manera de presentarse y de hacerse, y por eso tiene que ser reinventada en función de las circunstancias históricas y sociales.  Si la huelga de profesores no resulta, cabe a los educadores discutir científicamente cuál será en cada momento la manera más eficaz de pelear.  La cuestión no es desistir de la pelea, es cambiar las formas de pelea.  Con la llamada globalización, una multinacional de Chicago que tenga una fábrica en Sao Paulo, si la fábrica de Sao Paulo amenaza con una huelga, en Chicago, en diez minutos con sólo consultar la computadora pueden saber si es posible transferir la producción a otro país donde incluso sería más barata.  Entonces cierra la fábrica de Sao Paulo y se acaba la huelga.  La cuestión no es parar de pelear.  Este es el discurso totalitario neo-liberal.  La cuestión es cambiar la manera de pelear.  Hay que reinventar la forma de pelear pero jamás parar de pelear.
¿Qué le diría a la gente joven que descree, que no conoció la época de lucha de sus padres?
La gente joven necesita saber que la existencia humana es una experiencia de lucha.  Es importante hacer notar cómo la lucha, e incluso la violencia, está presente en toda experiencia humana.  Al esculpir la piedra, el escultor rompe el equilibrio del ser de la piedra, hay cierta violencia creativa allí.  En último análisis, la existencia humana es una existencia conflictiva.  La cuestión es cómo hacer para que la experiencia humana sea cada vez más una experiencia "gentificada", de gente, de personas, de sujetos, no de objetos.  Y esto no se logra sin pelea, sin esperanza, sin tenacidad y sin fuerza.
¿Cómo afrontar desde la docencia la desesperanza imperante?
El único camino es reencontrar razones de esperanza en la desesperanza.  Reconstruir la esperanza.  Y para ello, hay que reconocer los diferentes tiempos históricos, reconocer que hoy la lucha es más difícil.  Y si hace falta, habrá que aprender incluso a hibernar.  El mundo no se va a acabar por dos o tres años de espera.  Yo no tengo dudas de que mucha de la desesperanza actual frente al cinismo de esta ideología fatalista neoliberal se va a convertir en fuerza de esperanza a causa de ese mismo cinismo, de ese fatalismo ideológico que no va a durar mucho tiempo.  Con respecto a la dupla esperanza-desesperanza es bueno recordar que la historia no empieza ni termina con nosotros.  Creo que es necesario ser más humildes en relación a nuestra tarea histórica individual.  Claro que si me considero un líder, si creo que a mí personalmente me cabe la misión de transformar el mundo, puedo caer en la desesperanza.  Pero si humildemente sé que soy uno entre miles, que la historia no se acaba con mi muerte o con mi generación, sino que sigue, entonces comprenderé que lo mínimo que pueda hacer siempre resultará útil.
¿Qué entiende por ética del educador?
La ética define el deber ser, establece los principios morales de convivencia y respeto, regla nuestra presencia en el mundo.  Para evitar la trampa de la ideología digo que la ética tiene que ver con el sentido común.  Por ejemplo, desde este punto de vista, ¿sería ético explotar a las personas?, ¿discriminar al diferente?  ¿Será correcto humillar, ironizar, minimizar al alumno?, ¿reírse de él?, ¿intimidarlo?  Desde el sentido común nadie puede aceptar esto.  La eticidad es una actitud concreta que no proviene de discursos abstractos sino de vivirla.  En Brasil hay profesores que incitan a los alumnos a faltar a clase cuando el día siguiente es feriado.  Creo que un profesor que actúa de esta manera está faltando a la ética.  El proceso educativo es sobre todo ético.  Exige de nosotros un constante testimonio de seriedad.  Una de las buenas cualidades de un profesor, de una profesora, es testimoniar a los alumnos que la ignorancia es el punto de partida de la sabiduría, que equivocarse no es un pecado, que forma parte del proceso de conocer.  El error es un momento de la búsqueda del saber.  Es justamente la equivocación la que nos permite aprender.  No tengan vergüenza de no saber, no traten de patear la pelota afuera, no digan cualquier cosa por miedo a pasar por burros.  Pero sobre todo, y esto es fundamental, no silencien a los alumnos.  Es suficiente con decir: no lo sé pero voy a intentar averiguarlo.  Siendo joven, en la Universidad, una alumna me hizo una pregunta que no sabía contestar.  Yo le contesté: no sé, pero no tenga duda de que si trabajamos juntos podemos encontrar una respuesta.  La invito, si usted está libre el próximo sábado, a almorzar con nosotros.  Vino, almorzamos, pasamos dos o tres horas en la biblioteca, encontramos la respuesta y en la clase siguiente informamos a los demás de la búsqueda y del hallazgo.  Esto no me desprestigió, por el contrario.  Lo que los jóvenes quieren es una prueba de que pueden confiar en nosotros, y cuanto más serio es el docente tanto más creen en él.


La confrontación no es pedagógica sino política
Conferencia de prensa
En los años 60 y 70 primó la discusión de los grandes temas, entre ellos la libertad y la autodeterminación de los pueblos.  Las dictaduras posteriores cortaron de cuajo ese debate.  ¿Debemos volver sobre esos temas?
Son las paradojas de la historia.  Por un lado, da la sensación de que todo aquello se olvidó, que quedó superado, y por otro, nos invita a volver sobre el tema.  Hace poco, en Brasil hicimos un listado de los problemas que mi generación tuvo que enfrentar y hubo jóvenes de 22/23 años que constataron que algunos de esos problemas eran los mismos que tenían que enfrentar hoy.  El tema es que los problemas no se dan en el aire, se dan en la historia, cambian con la historia, de manera que las respuestas que podemos dar a esos problemas no son las mismas.  En otras palabras: cambiando el tiempo histórico, aun cuando la problemática puede seguir siendo la misma, las formas de lucha no son necesariamente las mismas.  Uno de los temas pendientes sigue siendo el respeto por la integridad humana.  De manera que las generaciones pueden cambiar, puede cambiar la sensibilidad, lo que no cambia es la necesidad de buscar nuevos caminos de lucha.  De modo que cuando parecía que la cuestión de la integridad del ser humano se acababa, este tema vuelve, y no tengo dudas de que en los diez o quince años por venir la preocupación por el ser tomará aún mayor fuerza.  Yo ya no estaré, y ustedes, u otros como ustedes, harán preguntas parecidas a otro Paulo Freiré, y dirán: el viejo Freiré tenía razón: la pelea por el hombre y la mujer buscando su ser, su desarrollo pleno, va a seguir acompañándonos.
En los países subdesarrollados la educación está en crisis. ¿Cómo afrontar esta crisis?
En primer lugar creo que la crisis de la educación no es privativa de los países subdesarrollados.  En segundo lugar, creo que la crisis no es propia de la educación sino que es la crisis de la sociedad toda, es la crisis del sistema socioeconómico en el cual estamos insertos que necesariamente se refleja en la educación.  Por mi parte, no tengo duda de que la confrontación no es pedagógica sino política.  No es peleando pedagógicamente que voy a cambiar la pedagogía.  No son los filósofos de la educación los que cambian la pedagogía, son los políticos bajo nuestra presión los que van a hacerlo, si presionamos.  La educación es una práctica eminentemente política.  De allí la imposibilidad de implementar una pedagogía neutra.  En el fondo, no hay nada neutro.  Para mí, esta es una pelea política.  Y uno de los problemas que debemos afrontar hoy es cómo comunicarnos con las grandes mayorías que ahora se encuentran divididas en minorías y que no se perciben a sí mismas como mayorías.  Hay que reinventar los caminos de la comunicación, de la intercomunicación.  Coincidiendo con Habermas, no tengo duda de que la cuestión de la comunicación es esencial en este fin de siglo.  Y no es posible pensar el tema de la comunicación sin afrontar, por ejemplo, el tema de la inteligibilidad del mundo.  Es justamente la posibilidad de inteligir el mundo la que permite comunicarlo.  Para nosotros, como educadores, la cuestión a afrontar es cómo trabajar la comunicabilidad, como transformarla en comunicación.  Tarea eminentemente política.  Soy optimista.  Repito lo que para mí es una certeza: cambiar es difícil pero posible.
¿Cuál es a su modo de ver la situación de los sectores populares latinoamericanos en el contexto de la actual política neoliberal?
Esta es una pregunta que todo educador debería hacerse.  Uno de los mayores desafíos del momento es cómo hacer frente a la ideología paralizante y fatalista que el discurso neoliberal ha impuesto.  Dos cosas con respecto a este tema.  La primera es que, en contra de lo que habitualmente se cree, el gran poder del discurso neoliberal reside más en su dimensión ideológico/política que en su dimensión económica.  En Brasil, este fatalismo cunde masivamente tanto en el ámbito laboral como en el académico.  Cuando sostengo que no podemos aceptar que treinta millones de brasileños y brasileñas estén muriendo de hambre, la respuesta que suelo escuchar es: Paulo, es trágico, pero ésta es la realidad.  Este discurso es inmoral y absurdo.  La realidad no es así, la realidad está así.  Y está así no porque ella quiera, ninguna realidad es dueña de sí misma, esta realidad está así porque estando así sirve a determinados intereses del poder.  Nuestra lucha es por cambiar esta realidad y no acomodarnos a ella.  Este fatalismo posmoderno no existía antes, es una connotación fundamental del discurso neoliberal que debe ser combatida con la máxima firmeza.  Debemos estar en guardia, muy atentos, levantarnos el martes y preguntarnos si no nos entregamos al fatalismo el lunes.  El otro punto a subrayar es que este fatalismo creó en la práctica educativa lo que llaman el pragmatismo neoliberal, que tanto en educación popular como en educación sistemática puede resumirse en una frase que algunos de ustedes habrán oído y que dice por ejemplo: “Paulo Freiré fue”.  ¿Y por qué Paulo Freiré fue?  Precisamente por la dimensión utópica de su pensamiento.  Paulo Freiré fue porque mantiene esa posición esperanzada y utópica que en otras partes ya no existe.  ¿Y en qué consiste este pragmatismo neoliberal?  En no hablar más de la formación sino del entrenamiento técnico y científico de los educadores.  Por ejemplo, la facultad de medicina debería entrenar bien a los cirujanos, a los clínicos, cada cual en su especialidad.  Y la educación popular, siempre según esta visión, debería capacitar a los artesanos por ejemplo, pero no formarlos.  Este discurso echa mano también a la palabra ciudadanía, pero la limita esencialmente a la buena capacitación para producir.  Para nosotros en cambio el buen ciudadano es el buen hombre o la buena mujer, y sólo si son buenos hombres y buenas mujeres podrán ser luego buenos médicos o buenos artesanos.  Somos gente antes que especialistas.  Mi pedagogía sigue siendo una pedagogía de la “gentificación”, de la “gentitud”, apunta a formar buenas personas y no solamente especialistas.  Ésta es la posición que debemos asumir para frenar y derrotar la avanzada ideológica del neoliberalismo.
En el seno de este modelo, que no sólo pretende excluir a las clases populares sino también a buena parte de la clase media, ¿no cree que en el futuro la lucha de clases se dará por la apropiación del conocimiento?
En primer lugar, los semi-discursos de la llamada posmodernidad hablan de la muerte de las ideologías, pero sucede que sólo hay una manera de matar la ideología y es ideológicamente.  Estos semi-discursos sostienen por ejemplo que ya no hay clases sociales.  Yo digo, está bien, supongamos, para seguir con el ejemplo, que las clases sociales se acabaron.  Bien.  Ahora pregunto: ¿se acabó la explotación?  Si me contestan que sí, que la explotación se acabó, pido que me muestren un sitio en el mundo donde esto sucedió.  No pueden.  Lamentablemente la explotación sigue y donde la explotación sigue, siguen las clases sociales, una explotadora y otra explotada.  La explotación es casi tan vieja como la historia humana.  Siguiendo con el tema de las clases sociales, no importa que hoy tengan éste u otro nombre, las clases sociales son un producto histórico y como tales cambian históricamente.  Es más fácil percibir la existencia de las clases sociales en Sao Paulo que en Ginebra, pero esto no me autoriza a decir que no hay clases sociales en Ginebra.  Es suficiente un análisis bien hecho y en cinco minutos identificamos a las clases sociales ginebrinas.  Un día, en un debate universitario sobre la existencia o no de las clases sociales, dije en Brasil: un buen ejercicio que podemos hacer para comprender si hay o no clases sociales, es comparar esta universidad donde estamos, con una cualquiera de los Estados Unidos.  Obviamente, históricamente, las clases cambian, pero siguen existiendo.  Esto es lo que creo.  Pero al mismo tiempo no tengo ninguna duda de que más temprano de lo que muchos piensan, los hombres y las mujeres del mundo van a reinventar maneras nuevas de pelear, que ni nos podemos imaginar ahora.  Recientemente hubo en Berlín un encuentro de dentistas europeos reunidos para discutir una alternativa a partir de la situación de Chiapas.  Fue un encuentro lleno de vida, de esperanza y de rebeldía, en las antípodas del neoliberalismo.  Allí sostuve que hoy ya podemos percibir que nuevas formas de rebeldía han de ser inventadas. Yo no tengo duda de que esto va a ocurrir, pero creo que voy a morir, y es una pena, antes de poder verlas.  No tengo duda de que este proceso de rehumanización, de "gentificación" se va a dar.
En el marco de este fatalismo neoliberal, ¿cuáles son sus reflexiones con respecto a la educación popular?
En mi opinión hay toda una constelación de cuestiones políticas y pedagógicas que deberíamos estar afrontando en el campo estratégico de lo que llamamos “educación popular”.
Esta cuestión del inmovilismo/fatalismo es obviamente una de ellas.  A fines de los años cincuenta popularicé una palabra extraña: “concientización”.  Ya aclaré varias veces que no soy el creador de este concepto, pero me siento responsable de la comprensión político-pedagógica-epistemológica del mismo.  Una de mis preocupaciones fundamentales, ya entonces, fue considerar a la concientización como una postura más radical de entender el mundo, si se la compara con la postura que comúnmente definimos como toma de conciencia.  En otras palabras, la concientización pasa por la toma de conciencia pero la profundiza.  Cuando yo intenté este esfuerzo tenía en mente justamente la cuestión del fatalismo.  Pretendía combatir las posiciones inmovilizantes e inmovilizadoras del fatalismo campesino, que frente a una situación de explotación, generalmente busca la razón de ser de esa situación fuera de la historia, la ubica en el deseo de Dios, como consecuencia de sus pecados o del destino.  Me preguntaba cómo hacer para que los grupos populares fatalistas pudieran percibir que en última instancia, la cultura es creación del hombre y de la mujer, de su acción, de su imaginación sobre un mundo que nosotros no inventamos, que encontramos hecho.  Recuerdo que para afrontar esta cuestión, me pareció importante profundizar críticamente el tema de la cultura.  Y decir: Si hemos sido capaces de cambiar el mundo natural, que no hicimos, que ya estaba hecho, si mediante nuestra intervención hemos sido capaces de agregar algo que no existía, ¿cómo no vamos a ser capaces de cambiar el mundo que sí hicimos, el mundo de la cultura, de la política, de la explotación y de las clases sociales?  Planteado de este modo, el concepto de cultura provocó un shock.  He citado algunas de estas reacciones en mis libros.  Por ejemplo, en Brasilia, en la penumbra de un Centro de cultura, un barrendero escuchó paralizado las para él inimaginadas facetas del tema de la cultura, tomó la palabra y proclamó: a partir de mañana voy a entrar a mi trabajo con la frente alta.  Nunca voy a olvidar su reacción.  Ahora tenía esperanzas.  Con sus palabras me decía dos cosas: por un lado, hice el esfuerzo, entendí, y por el otro, voy a entrar con la frente alta, con mi dignidad recuperada pues puede cambiar la realidad.  Otro caso fantástico fue el de una mujer, orgullosa, levantando un vaso de arcilla que había hecho, y proclamando: es de mi cultura.  Mediante la concientización el fatalismo se desmorona.  Por eso, cuando hoy día los “pragmáticos” del neoliberalismo dicen: Paulo Freiré fue, yo les digo sin enojo pero con absoluta convicción: no, Paulo Freiré no fue, Paulo Freiré sigue siendo.  Y sigue siendo porque la historia está ahí, esperando que hagamos algo con ella, esperando que enfrentemos al fatalismo neoliberal que inmoviliza, que sostiene por ejemplo, que el número de personas desempleadas en el mundo es una fatalidad de este fin de siglo.  Esto lo están diciendo profesores universitarios, sociólogos, politicólogos.  ¿Cómo es posible que universitarios digan que el desempleo en el mundo es una fatalidad?  ¿Qué leyeron?  ¿Cómo razonan?  No.  No hay nada fatalísticamente determinado en el mundo de la cultura.
Me preguntan sobre la educación popular y aquí mis propuestas no se apartan mayormente de lo que hacía en los años sesenta, es decir, trabajar con los grupos más necesitados, de las favelas, de las villas de emergencia, ayudar a la gente a comprender que no hay fatalismo en la conducta humana, que la historia la construimos nosotros y a su vez nos construye.  Pero para que la historia nos construyera fue preciso que antes nosotros la construyéramos a ella.  La historia no podría anticiparse a los hombres porque la historia es un producto cultural.  Fue creando la historia que hombres y mujeres se hicieron en la historia.  De manera que hay que volver a discutir este tema de la concientización del sujeto como hacedor de la misma.  No hay momento más crucial que éste en la formación del sujeto autónomo.  Y no hay momento más efectivo en el discurso neoliberal que aquel en el cual los sujetos se asumen a sí mismos como meros objetos porque consideran que esto es inevitable.  Hay que pelear.  Hay que combatir por todos los medios este fatalismo como paso previo para cualquier otra modificación posterior.


Práctica de la Pedagogía Crítica
(Primer parte del Seminario-taller)
Ante todo quiero agradecer esta demostración de afecto, de gente que viene de lejos, viajando horas, aun sabiendo que el tiempo que tenemos a disposición es escaso.  La segunda cosa que quiero agradecer es el silencio que hacen ya que me ayuda a hablar.
Esta tarde vamos a tratar el tema de la práctica educativa, de cómo venimos comprendiendo o intentando comprender esta práctica, nuestro compromiso con la vida y el mundo.
Ante todo, no es posible ejercer la tarea educativa sin preguntarnos, como educadores y educadoras, cuál es nuestra concepción del hombre y de la mujer.  Toda práctica educativa implica esta indagación: qué pienso de mí mismo y de los otros.  Hace tiempo, en Pedagogía del Oprimido analicé lo que ahí denominaba la búsqueda del ser más.  En ese libro definí al hombre y a la mujer como seres históricos que se hacen y se rehacen socialmente.  Es la experiencia social la que en última instancia nos hace, la que nos constituye como estamos siendo.  Me gustaría insistir en este punto: los hombres y las mujeres, en cuanto seres históricos, somos seres incompletos, inacabados o inconclusos.  La inconclusión del ser no es sin embargo exclusiva de la especie humana ya que abarca también a cada especie vital.  El mundo de la vida es un mundo permanentemente interminado, en movimiento.  Sin embargo, en determinado momento de nuestra experiencia histórica, nosotros, mujeres y hombres conseguimos hacer de nuestra existencia algo más que meramente vivir.  En cierto sentido, los hombres y las mujeres inventamos lo que llamamos la existencia humana: nos pusimos de pie, liberamos las manos y la liberación de las manos es en gran parte responsable de lo que somos.  La invención de nosotros mismos como hombres y mujeres fue posible gracias a que liberamos las manos para usarlas en otras cosas.  No tenemos fecha de ese evento que se pierde en el fondo de la historia.  Hicimos esa cosa maravillosa que fue la invención de la sociedad y la producción del lenguaje.  Y fue ahí, en ese preciso momento, en medio de ese y otros “saltos” que dimos, que mujeres y hombres alcanzamos ese momento formidable que fue comprender que somos interminados.  Los árboles o los otros animales también son interminados, pero no se saben interminados.  Los seres humanos ganamos en esto: sabemos que somos inacabados.  Y es precisamente ahí, en esta radicalidad de la experiencia humana, que reside la posibilidad de la educación.  La conciencia del inacabamiento creó lo que llamamos la “educabilidad del ser”.  La educación es entonces una especificidad humana.
Este inacabamiento consciente de sí, es el que nos va a permitir percibir el no yo.  El mundo es el primer no yo.  Tú, por ejemplo, eres un no yo de mí.  Y la presencia del mundo natural como no yo, va a actuar como un estímulo para desarrollar el yo.  En ese sentido, es la conciencia del mundo la que crea mi conciencia.  Conozco lo diferente de mí y en ese acto me reconozco.  Obviamente, las relaciones que empezaron a establecerse entre el nosotros y la realidad objetiva abrieron una serie de interrogantes, y esos interrogantes llevaron a una búsqueda, a un intento de comprender el mundo y comprender nuestra posición en él.  Es en ese sentido que yo uso la expresión “lectura del mundo” como precedente a la lectura de las palabras.  Muchos siglos antes de saber leer y escribir los hombres y las mujeres han estado inteligiendo el mundo, captándolo, comprendiéndolo, “leyéndolo”.  Esa capacidad de captar la objetividad del mundo, proviene de una característica de la experiencia vital que nosotros llamamos curiosidad.  Si no fuera por la curiosidad, por ejemplo, (no) estaríamos hoy aquí.  La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento.  Si no fuera por la curiosidad no conoceríamos.  La curiosidad nos empuja, nos motiva, nos lleva a develar la realidad a través de la acción.  Curiosidad y acción se relacionan y producen diferentes momentos o niveles de curiosidad.  Lo que procuro decir, es que en determinado momento, empujados por su propia curiosidad el hombre y la mujer en proceso, en desarrollo, se reconocieron inacabados y la primera consecuencia de ello es que el ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda.  Yo soy inacabado, el árbol también lo es, pero yo soy más inacabado que el árbol porque lo sé.  Como consecuencia casi inevitable de saber que soy inacabado, me inserto en un movimiento constante de búsqueda, no de búsqueda puntual de esto o de aquello, sino de búsqueda absoluta, que puede llevarme a la búsqueda de mi propio origen, que puede llevarme a una búsqueda de lo trascendental, a la búsqueda religiosa que es tan legítima como la búsqueda no religiosa.  Si hay algo que contraria la naturaleza del ser humano es la no búsqueda y por lo tanto la inmovilidad.  Cuando digo inmovilidad me refiero a la inmovilidad que hay en la movilidad.  Uno puede ser profundamente móvil y dinámico aun estando físicamente inmóvil y a la inversa.  De manera que cuando hablo de esto no hablo de la movilidad o inmovilidad física, hablo de la búsqueda intelectual, de mi curiosidad en torno de algo, del hecho de que pueda buscar aun cuando no encuentre.  Por ejemplo, puedo pasarme la vida en búsquedas que aparentemente no resultan gran cosa y sin embargo el hecho de buscar resulta fundamental para mi naturaleza de ser buscador.  Ahora bien, no hay búsqueda sin esperanza, y no la hay porque la condición del buscar humano es hacerlo con esperanza.  Por esta razón sostengo que la mujer y el hombre son esperanzados, no por obstinados, sino como seres buscadores.  Ésta es la condición del buscar humano: hacerlo con esperanza.  La búsqueda y la esperanza forman parte de la naturaleza humana.  Buscar sin esperanza, sería una enorme contradicción.  Por esta razón, la presencia de ustedes en el mundo, la mía, es una presencia de quienes andan y no de quienes simplemente están.  Y no es posible andar sin esperanza de llegar.  Por eso no es posible concebir un luchador desesperanzado.  Lo que sí podemos concebir son momentos de desesperanza.  Durante el proceso de búsqueda hay momentos en que uno se detiene y se dice a sí mismo: no hay nada que hacer.  Esto es comprensible, comprendo que se caiga en esta posición.  Lo que no comparto es que se permanezca en esa posición.  Sería como una traición a nuestra propia naturaleza esperanzada y buscadora.
Estas reflexiones que estamos haciendo tienen como objetivo marcar hitos esenciales de nuestra práctica educativa.  ¿Cómo puedo educar sin estar envuelto en la comprensión crítica de mi propia búsqueda y sin respetar la búsqueda de los alumnos?  Esto tiene que ver con la cotidianeidad de nuestra práctica educativa como hombres y mujeres.  Siempre digo hombres y mujeres porque aprendí hace ya muchos años, trabajando con mujeres, que decir solamente hombres es inmoral.  ¡Lo que es la ideología!  De niño, en la escuela, aprendí otra cosa: aprendí que cuando se dice hombre se incluye también a la mujer.  Aprendí que en gramática el masculino prevalece.  Es decir que si todas las personas aquí reunidas fueran mujeres pero apareciera un solo hombre, yo debería decir “todos” ustedes y no “todas” ustedes.  Esto, que parece una cuestión de gramática obviamente no lo es.  Es ideología y a mí me llevó un tiempo comprenderlo.  Ya habla escrito Pedagogía del Oprimido.  Lean ustedes las ediciones en español de esa obra y verán que está escrita en lenguaje machista.  Las mujeres norteamericanas me hicieron comprender que yo había sido deformado en la ideología machista.
Volviendo al tema: es imposible, a no ser de caer en la desesperación, dejar de buscar y por lo tanto dejar de tener esperanza.  Les decía también que otro hito fundamental de la práctica educativa es la inconclusión, dado que es en esa inconclusión que el ser humano se torna educable.  Todo educando, todo educador se descubre como ser curioso, como buscador, indagador inconcluso, capaz sin embargo de captar y transmitir el sentido de la realidad.  Es en el propio proceso de inteligibilidad de la realidad que la comunicación de lo que fue inteligido se vuelve posible.  Ejemplo: en el momento mismo que comprendo, que razono cómo funciona un micrófono, voy a poder comunicarlo, explicarlo.  La comprensión implica la posibilidad de la transmisión.  En lenguaje más académico diría: la inteligibilidad encierra en sí misma la comunicabilidad del objeto inteligido.
Una de las tareas más hermosas y gratificantes que tenemos por delante como profesores y profesoras es ayudar a los educandos a constituir la inteligibilidad de las cosas, ayudarlos a aprender a comprender y a comunicar esa comprensión a los otros.  Esto nos permite intentar una teoría de la inteligibilidad de los objetos.  Esto no quiere decir que la tarea sea fácil.  El profesor o la profesora no tienen el derecho de hacer un discurso incomprensible en nombre de la teoría académica y decir después: que se aguanten.  Pero tampoco tienen que hacer concesiones baratas.  Su tarea no es hacer simplismo porque el simplismo es irrespetuoso para con los educandos.  El profesor simplista considera que los educandos nunca estarán a la altura de comprenderlo y entonces reduce la verdad a una verdad a medias, es decir, a una falsa verdad.  La obligación de profesores y profesoras no es caer en el simplismo porque el simplismo oculta la verdad, sino la de ser simples.  Lo que nosotros tenemos que hacer es lograr una simplicidad que no minimice la seriedad del objeto estudiado sino que la resalte.  La simplicidad hace inteligible el mundo y la inteligibilidad del mundo trae consigo la posibilidad de comunicar esa misma inteligibilidad.  Es gracias a esta posibilidad que somos seres sociales, culturales, históricos y comunicativos.  Por esta razón, el quiebre de la relación dialógica no es sólo el quiebre de un principio democrático, sino que es también el quiebre de la propia naturaleza humana.  Las maestras y los maestros democráticos intervenimos en el mundo a través del cultivo de la curiosidad y de la inteligencia esperanzada, que se desdobla en la comprensión comunicante del mundo.  Y esto lo hacemos de diferentes maneras.  Intervenimos en el mundo a través de nuestra práctica concreta, intervenimos en el mundo a través de la responsabilidad, a través de una intervención estética, cada vez que somos capaces de expresar la belleza del mundo.  Cuando los primeros humanos dibujaron en las rocas figuras de animales, ya intervenían estéticamente sobre el mundo, y como seguramente ya tomaban decisiones morales, también intervenían de manera ética.  Justamente en la medida en que nos tornamos capaces de intervenir, capaces de cambiar el mundo, de transformarlo, de hacerlo más bello o más feo, nos tornamos seres éticos.  Hasta hoy jamás se supo que por ejemplo un grupo de leones africanos arrojara bombas sobre ciudades de leones asiáticos.  No hemos sabido hasta hoy de la existencia de algún león que matara con premeditación.  Somos nosotros los humanos, los que tenemos la posibilidad de asumir una opción ética, los que hacemos estas cosas.  Somos nosotros los que matamos y que asesinamos hombres como Mauricio López a quien yo conocí y cuya ausencia tanto siento y por quién tengo respeto, admiración y saudade.  No fueron elefantes los que lo hicieron desaparecer a Mauricio y tantos otros, fueron hombres de este país que actuaron probablemente con la complicidad de alguna presencia gringa.  Sólo los seres que alcanzaron la posibilidad de ser éticos se tornan capaces de traicionar la ética.  La tarea fundamental de educadores y educadoras es vivir éticamente, practicar la ética diariamente con los niños y los jóvenes, esto es mucho más importante que el tema de biología, si somos profesores de biología.  Lo importante es el testimonio que damos con nuestra conducta.  Inevitablemente cada clase, cada conducta es testimonio de una manera, ética o no, de afrontar la vida.  ¿Cómo trabajo en el aula? ¿Cómo trabajo con mis alumnos la eterna cuestión de la inconclusión, de la curiosidad?  ¿Cómo trabajo el problema de la esperanza jaqueada por la desesperanza?  ¿Qué hago?  ¿Bajo los brazos?  ¿Parto para una especie de lucha ciega, sin salida?  Tenemos que educar a través del ejemplo sin pensar por ello que vamos a salvar al mundo.  ¡Qué mal me haría a mí mismo y a ustedes si pensara, por ejemplo, que vine al mundo con la misión de salvarlos!  Sería un desastre.  Soy un hombre igual a todos ustedes y como ustedes tengo una tarea que cumplir, y con eso ya es bastante.  El mundo se salva si todos, en términos políticos, peleamos para salvarlo.  Hay algo que está en el aire, en la Argentina, en Brasil, en el mundo entero que nos amenaza.  Ese algo es la ideología inmovilizadora, fatalista, según la cual no tenemos más nada que hacer, según la cual la realidad es inmodificable.  Estoy cansado de oír frases como ésta: “Es terrible, en Brasil hay treinta millones de mujeres, hombres y niños muriendo de hambre, pero qué le vamos a hacer, la realidad es esta”.  Estoy cansado de escuchar que el desempleo que se extiende por el mundo es una fatalidad de este fin de siglo.  Ni el hambre, ni el desempleo son fatalidades, ni en Brasil, ni en la Argentina ni en ninguna parte.  Yo pregunto a los fatalistas, en un libro que estoy escribiendo ahora: ¿Por qué será que la reforma agraria no es también una fatalidad en Brasil?  Habrán oído hablar del llamado mundo especulativo del dólar, miles de millones de dólares viajando diariamente por las computadoras del mundo de sitio en sitio buscando donde rinde más.  Eso tampoco es una fatalidad.  Es preciso, dicen los líderes neoliberales, disciplinar estos movimientos especulativos para evitar las crisis.  Parece que esto sí se puede hacer.  ¿Por qué será que cuando se ven afectados los intereses de las clases dominantes no hay fatalismo, pero siempre aparece como por arte de magia cada vez que afecta a las clases populares?  Uno de los grandes desafíos que tenemos que afrontar hoy es esta confrontación con esta ideología inmovilista.  No hay inmovilismos en la historia.  Siempre hay algo que podemos hacer y rehacer.  Se habla mucho de la globalización.  Ustedes habrán visto que la globalización aparece como una especie de entidad abstracta que se creó a sí misma de la nada y frente a la cual nada podemos.  Es la globalización, punto.  La cuestión es bien diferente.  La globalización sólo representa un determinado momento de un proceso de desarrollo de la economía capitalista que llegó a este punto mediante una determinada orientación política que no necesariamente es la única.
Con lo dicho hasta aquí he tratado de responder al tema de cómo veo la práctica docente frente a la realidad histórica actual.  Les he dicho que no hay práctica docente sin curiosidad, sin incompletud, sin ser capaces de intervenir en la realidad, sin ser capaces de ser hacedores de la historia y a la vez siendo hechos por la historia.  Les he dicho que una de las tareas fundamentales, tanto aquí como en Brasil y en el mundo entero, es elaborar una pedagogía crítica.  Y se los digo, no como alguien que “ya fue”, se los digo como alguien que está siendo.  Igual que toda la gente yo también estoy siendo, a pesar de la edad.  En función y en respuesta a nuestra propia condición humana, como seres conscientes, curiosos y críticos, la práctica del educador, de la educadora, consiste en luchar por una pedagogía crítica que nos de instrumentos para asumirnos como sujetos de la historia.  Práctica que deberá basarse en la solidaridad.  Quizá nunca como en este momento necesitamos tanto de la significación y de la práctica de la solidaridad.  Para terminar, reitero: sigo con la misma esperanza, con la misma voluntad de lucha de cuando empecé.  Me resisto a la palabra viejo, no me siento viejo, en todo caso me siento utilizado, lleno de esperanzas y de ganas de luchar.


Elementos de la situación educativa
(Segundo día de Seminario-taller)
(Antes de iniciar, Roberto Iglesias anunció que Paulo Freiré no se encontraba del todo bien, que hablaría una hora y luego se retiraría.  En los hechos, Freiré lo desmentirla: terminaría hablando casi tres horas)
Agradezco la comprensión de ustedes.  No es solamente el trabajo, es la emoción, y la emoción desgasta.  No es sólo el encuentro con ustedes, es la memoria.  No es solamente por lo que hice ayer, es lo que hice antes de ayer, lo que hice el mes pasado, es la suma de mis días la que viene cansada.  No es simplemente cuestión de apretar un botón y poner la memoria a funcionar...
Estoy contento de percibir que ustedes me comprenden.  Si pudiera me quedarla el día entero.
Ahora, respondiendo a una sugerencia de Roberto Iglesias voy a intentar decir algunas cosas, que probablemente ustedes ya sepan o adivinen, en torno del tema de la educación y de la formación docente.
Me gustaría iniciar con un ejercicio intelectual, el de pensar en la situación que llamamos situación educativa.  La situación educativa no es cualquier situación.  Una situación de almuerzo por ejemplo, puede tener en sí algunos momentos educativos, pero no es necesariamente una situación educativa.  Podríamos pensar en una situación educativa en la casa, en la relación entre el padre, la madre y los hijos, pero prefiero pensar en la relación educativa típica, entre las profesoras y los alumnos.  No importa qué escuela sea, primaria, secundaria, universitaria o círculo de cultura.  Lo que quiero hacer es analizar y descubrir con ustedes cuáles son los elementos constitutivos de la situación educativa.
Imaginemos que estamos en el aula, que está la profesora o el profesor y los alumnos.  ¿Cuál es la tarea de la profesora?  En palabras sencillas diríamos que la tarea de la profesora es enseñar, y la tarea de los alumnos, aprender.
Vemos entonces que el primer elemento constitutivo de la situación educadora es la presencia de un sujeto, el educador o la educadora, que tiene una determinada tarea específica que es la tarea de educar.
La situación educativa implica también la presencia de los educandos, de los alumnos, segundo elemento de la situación educadora.
¿Qué más descubrimos en la práctica de esta experiencia?  En primer lugar descubrimos que la presencia del educador y de los educandos no se da en el aire.  Educador y educandos se encuentran en un determinado espacio.  Ese espacio es el espacio pedagógico, espacio que los docentes muchas veces no toman en la debida consideración.  Si nosotros nos detuviéramos a analizar la importancia del espacio pedagógico nos pasaríamos la mañana discutiendo por ejemplo sobre las implicancias de la falta de respeto de los poderes públicos con respecto a estos espacios.  Aun con diferencias entre sitio y sitio, ésta es casi una tradición histórica en América Latina.  Cuando en 1989 fui invitado a asumir como responsable de la educación pública de la ciudad de Sao Paulo, había 675 escuelas, cerca de un millón de alumnos y 35.000 profesores.  El 60% de las 675 escuelas estaban en franco proceso de deterioro material.  Muchas, en la época de la informática, siquiera tenían tizas.  En muchas escuelas los baños eran absolutamente inutilizables, era una aventura ingresar a un baño.
Faltaba la merienda escolar, los materiales.  De manera que las condiciones materiales del espacio pueden ser o no ser en sí mismas pedagógicas.  ¿Cómo puede la profesora, por más diligente que sea, por más disciplinada y cuidadosa que sea, pedir a los alumnos que no ensucien la sala, que no rompan las sillas, que no escriban los pupitres, cuando el propio gobierno que deberla dar el ejemplo no respeta mínimamente esos espacios?  Cuanto más la Dirección de la escuela, la Secretaría de educación, los diferentes centros de poder demuestren a los chicos y a las familias su celo por el cuidado de la escuela, por reparar el techo y las paredes, por entregar tizas y plantas, tanto más esta demostración de respeto educará a los niños.  Me han dicho, no sé si será verdad, que en la Administración de trenes de Sao Paulo hay un sector encargado de sacar diariamente los vagones dañados o con los asientos rotos.  Este sector saca el carro, lo repara y lo devuelve inmediatamente de manera que los carros anden siempre limpios y enteros.  La corrección del carro inhibe al destructor de asientos.  Hay una relación indudable entre las condiciones materiales y nuestras condiciones mentales, espirituales, éticas, etc.
El tercer elemento constitutivo de la situación educativa es entonces el espacio pedagógico.  Y como no hay espacio sin tiempo, entonces el tiempo pedagógico es otro elemento constitutivo de la situación educativa.  Lamentablemente educadores y educadoras pocas veces nos preguntamos: qué hago con mí tiempo pedagógico, cómo puedo aprovecharlo más eficazmente.  Casi nunca nos preguntamos: al servicio de quién, de qué cosa está el tiempo educativo.  Y se trata de una pregunta fundamental.  Obviamente el tiempo educativo está al servicio de la producción del saber.  Y como no hay producción del saber que no esté directamente ligada o asociada a ideales, la pregunta que debemos hacernos es: al servicio de quiénes, de qué ideales producimos, conjuntamente con los alumnos, el saber dentro del tiempo-espacio de la escuela.  Y cuando uno se detiene sobre este punto descubre que el tiempo-espacio pedagógico se usa sobre todo contra los intereses de los niños populares, aunque no solamente contra ellos.
Pongamos como ejemplo que los niños llegan a la escuela a las 8.  A las 8:15 toca la campana, los niños entran en fila militar, algunos profesores o profesoras todavía no llegaron, lamentablemente existe esto.  A las 8:20 hs. los niños están llegando a la sala.  La profesora toma asistencia, ahí se van otros diez minutos.  Son 8:30 y la profesora –en esta caricatura que estoy haciendo- si está cansada no hará nada importante pues ya está pensado que a las 10 hs. sirven la merienda.  A esa hora tocan la campana y los niños salen corriendo, gritando, y las profesoras se quedan en una sala, no van al recreo, dejan de participar de ese momento pedagógico riquísimo que es el momento en que los chicos están sacando afuera sus miedos, sus rabias, sus angustias, sus alegrías, sus tristezas y sus deseos.  ¡Los niños están echando su alma afuera en el recreo y las profesoras en la sala, ajenas a esta experiencia humana esencial!  Después del recreo se toma la leche y ahí se van mínimamente treinta minutos, sin contar otros tiempos muertos.  Cuando llega el fin del día los niños tuvieron, en el espacio pedagógico de las cuatro horas, dos horas y media o tres horas de clase.  Han perdido una hora.  Esta hora perdida es una hora de aprendizaje que no hubo.  Y lo peor es que ni siquiera discutimos esta pérdida del tiempo para la producción del saber, porque si lo hiciéramos, al menos habríamos aprendido algo.
Lamentablemente la jornada escolar entra en la rutina cotidiana, no se la piensa, simplemente se la vive.  Ésta es una reflexión pendiente que raramente se da en las universidades.  Lo digo con tristeza.  Como profesores, como profesoras, tenemos la obligación de conocer, de debatir, de analizar estas cosas.
Hemos visto hasta aquí que no hay situación educativa sin la figura del profesor y del alumno que se encuentran en cierto espacio a lo largo de cierto tiempo docente.  Pero hay algo más que es esencial a la situación educativa, y ese algo más son los contenidos curriculares, los elementos programáticos de la escuela, que como profesor tengo la obligación de enseñar y que los alumnos tienen la obligación de aprender.  Contenidos que en lenguaje más académico, en teoría del conocimiento, se llaman objetos cognoscibles, objetos que los jóvenes que se forman para ser profesores deben conocer.  Creo que incluso en la práctica de la educación popular el pueblo tiene derecho a dominar el lenguaje académico.  Y digo esto porque hay educadores populares que en nombre de la revolución encuentran que lo correcto es romper con la academia.  A mi juicio es un error, es una traición al pueblo.  Lo correcto es cambiar la academia y no dar la espalda a la academia.  Nuestro problema no es estar contra la academia sino rehacerla, ponerla al servicio de los intereses de la mayoría del pueblo.  Hay que prestigiar a la academia, esto es, ponerla al servicio del pueblo.  Desde que hombres y mujeres inventaron la vida en común, los objetos cognoscibles fueron percibidos y estudiados a través del ejercicio de la curiosidad.  El pueblo tiene derecho a saber, necesita saber que los contenidos escolares se llaman objetos cognoscibles, es decir: objetos que pueden ser conocidos.
Y aquí surge otro tema importante.  Los objetos cognoscibles son percibidos mediante del ejercicio de la curiosidad.  De allí el cuidado que nosotros como profesores debemos tener en relación a preservar la curiosidad de los niños.  Cuántas veces habrán observado en casas de amigos, al papá y la mamá conversando con la visita, de pronto el niño de tres, cuatro años, viene corriendo con una pregunta y el papá: ¡calladito! ¿No ves que estoy hablando con otra persona? ¿Cómo venís con esa pavada? ¡Pucha! ¡Dios mío!  A mí no me gusta tirar piedras a nadie ni crear sentimientos de culpa, pero esta conducta es absurda.  Es un comportamiento castrador que cercena una de las cosas más importantes que tenemos y que es la curiosidad.  Sin curiosidad siquiera tendríamos la posibilidad de ser papá o mamá.  Todo tiempo educativo es tiempo de pregunta y de respuesta, tiempo de disciplinar, de reglamentar la propia pregunta, la propia respuesta.  Una tarde, hace muchos años, en Recife, el rector de la Universidad vino a nuestra casa para conversar sobre un problema de la Universidad.  Estábamos en la terraza cuando de repente uno de mis hijos, que debía tener unos cuatro o cinco años, vino a preguntar algo.  Paré la conversación, escuché al niño, le contesté y después le dije: mira, tu papá está conversando con un amigo que también tiene preguntas que hacer y que también contesta preguntas.  Por eso, si tenes otra pregunta para hacer, te sugiero que la memorices y preguntes después, así tu papá puede seguir conversando con su amigo.  Es preciso defender el derecho que tiene el niño de preguntar, de satisfacer su curiosidad, pero al mismo tiempo decirle que hay momentos para preguntar y momentos para abstenerse, lo que en ética definimos “asumir los límites de la libertad”.  Sin límites no hay libertad, como tampoco hay autoridad.  La formidable cuestión que se nos plantea a los educadores es cómo establecer los límites, en qué consisten realmente, y cuáles entre todos ellos son los que hay que implementar.
Volvamos ahora a la cuestión de los objetos del conocimiento.  Cuánto más pensamos en qué es enseñar, qué es aprender, tanto más descubrimos que no hay una cosa sin la otra, que los dos momentos son simultáneos, que se complementan, de tal manera que quien enseña, aprende al enseñar y quien aprende, enseña al aprender.  No casualmente en francés el mismo verbo significa enseñar y aprender, el verbo apprendre.  La cuestión es cómo lidiar con esta aparente contradicción.  En este momento, hablando con ustedes, yo estoy reconociendo estas cosas, estoy resabiendo estas cosas.  De manera que en el proceso en que ustedes aprenden, ustedes me enseñan.  ¿Cómo?  A través de la mirada, de sus actitudes.  El profesor atento, el profesor despierto, no aprende solamente en los libros, aprende en la clase, aprende leyendo en las personas como si fueran un texto.  Mientras les hablo, yo como docente, tengo que desarrollar en mí la capacidad crítica y afectiva de leer en los ojos, en el movimiento del cuerpo, en la inclinación de la cabeza.  Debo ser capaz de percibir si hay entre ustedes alguien que no entendió lo que dije, y en ese caso tengo la obligación de repetir el concepto en forma clara para reponer a la persona en el proceso de mi discurso.  En cierto sentido, ustedes están siendo ahora para mí un texto, un libro que necesito leer al mismo tiempo que hablo.  En Brasil, los buenos políticos sabían hacer esto, sabían tocar la sensibilidad de quienes los escuchaban.  Ahora con la televisión esto se está acabando.  De manera que la práctica docente va más allá del acto de entrar al aula y dar, por ejemplo, la clase de sustantivos.  La práctica educativa es mucho más que eso.
Volviendo a nuestro tema, no hay entonces situación pedagógica sin un sujeto que enseña, sin un sujeto que aprenda, sin un espacio-tiempo en que estas relaciones se dan y no hay situaciones pedagógicas sin objetos que puedan ser conocidos.  Pero no termina aquí la cuestión.  Hay otra instancia constitutiva de la situación educativa, algo que va más allá de la situación educativa y que sin embargo forma parte de ella.  No hay situación educativa que no apunte a objetivos que están más allá del aula, que no tenga que ver con concepciones, maneras de ver el mundo, anhelos, utopías.  Desde el punto de vista técnico, esta instancia, en filosofía de la educación recibe el nombre de direccionalidad de la educación.  Mucha gente confunde direccionalidad con dirigismo, con autoritarismo.  Sin embargo, la direccionalidad puede viabilizar tanto la posición autoritaria como la democrática, de la misma manera que la falta de direccionalidad puede viabilizar el espontaneismo.  Es justamente la direccionalidad la que explica esa cualidad esencial de la práctica educativa que yo llamo la politicidad de la educación.  La politicidad de la práctica educativa no es una invención de los subversivos como piensan los reaccionarios.  Por el contrario, es la naturaleza misma de la práctica educativa la que conduce al educador a ser político.  Como educador yo no soy político porque quiera sino porque mi misma condición de educador me la impone.  Esto no significa ser partidario de este o de aquel partido, aun cuando yo considero que todo educador deber asumir una posición partidaria.
La politicidad es entonces inherente a la práctica educativa.  Esto significa que como profesor debo tener claras mis opciones políticas, mis sueños.  Porque al final ¿qué es lo que me mueve, me alienta como profesor, si gano tan poco, si estoy tan desprestigiado en esta sociedad de mercado?  ¿Qué sueño tengo para soñar, para discutir con mis alumnos?  La politicidad revela, otras dos características de la situación educativa.  Revela que en la práctica educativa, estética y ética van de la mano.  La práctica educativa es bella como es bella la formación de la cultura, la formación de un individuo libre.  Y al mismo tiempo esa estética es ética, pues trata de la moral.  Difícilmente una cosa bella sea inmoral.  Esto nos pone frente a la necesidad de rechazar el puritanismo que más que ético es hipocresía y falsificación de la ética, de la libertad y de la pureza.
Recapitulando entonces: no hay práctica educativa sin sujetos, sin sujeto educador y sin sujeto educando; no hay práctica educativa fuera de ese espacio-tiempo que es el espacio-tiempo pedagógico; no hay práctica educativa fuera de la experiencia de conocer que técnicamente llamamos experiencia gnoseológica, que es la experiencia del proceso de producción del conocimiento en sí; no hay práctica educativa que no sea política; no hay práctica educativa que no esté envuelta en sueños; no hay práctica educativa que no involucre valores, proyectos, utopías.  No hay entonces, práctica educativa sin ética.
La educación no puede dejar de tomar en cuenta todos estos elementos.  Se trata de una tarea seria y compleja y como tal deberá ser afrontada tanto por los responsables de las políticas educativas como por los propios docentes.  Tenemos la responsabilidad, no de intentar amoldar a los alumnos sino de desafiarlos en el sentido de que ellos participen como sujetos de su propia formación.  En estos días estoy terminando un libro nuevo con ideas viejas, donde trato este tema de la formación docente y donde resalto dos o tres saberes o máximas que creo deberían formar parte del bagaje de todo profesor o profesora.  Una de estas máximas, que me acompaña desde hace tiempo, es la que sostiene: cambiar es difícil pero es posible.  ¿Qué testimonio podría dar a los jóvenes si mi posición frente al mundo fuera la de quien está convencido de que nada puede ser hecho, que nada puede ser cambiado?  Yo diría que en ese caso es mejor que abandone el magisterio, que intente sobrevivir de alguna otra manera.  Nadie puede dar clases sin tener la convicción de lo que hace.  No puede decir: yo soy simplemente un técnico, distante del mundo, de la historia.  No solamente debo dar testimonio de mi voluntad de cambio, sino que además debo demostrar que en mí, más que una creencia, es una convicción.  Si no soy capaz de dar testimonio de mis convicciones pierdo mi base ética y soy un pésimo educador porque no sé transmitir el valor de la transformación.
Otra convicción que considero fundamental, es la que sostiene: es necesario aprender a escuchar.  Hay quienes creen que hablando se aprende a hablar, cuando en realidad es escuchando que se aprende a hablar.  No puede hablar bien quien no sabe escuchar.  Y escuchar implica siempre no discriminar.  ¿Cómo puedo comprender a los alumnos de la villa si estoy convencido de que son sucios, que tienen mal olor?  ¿Si soy incapaz de comprender que están sucios porque no tienen agua para bañarse?  Nadie opta por la miseria.  En Río de Janeiro, un hombre que organiza una de las Escolas de samba del carnaval, dijo una vez una gran verdad: “Sólo a los intelectuales pequeñoburgueses les gusta la miseria.  Al pueblo les gustan las cosas bonitas”.  Obviamente al pueblo le gusta el bienestar, aquello que no puede tener.  Lo que nosotros debemos querer, no es que el pueblo siga en la miseria, sino que supere la miseria.  Hay que pelear para que el pueblo viva bien, que tenga camisas como ésta, que en los años setenta hubiera sido considerada señal de burguesía.  Hay que democratizar las cosas buenas y no suprimirlas.  Yo no rechazo las cosas burguesas sino la concepción burguesa de la vida.  Hay que superar algunos equívocos del pasado, como pensar que la solidaridad con los oprimidos es una cuestión de geografía, que es necesario salir del área elegante de la ciudad e ir a vivir en la miseria para entonces sí ser absolutamente solidario con los oprimidos.  Esto no siempre resulta.  Aprender a escuchar implica no minimizar al otro, no ridicularizarlo.  ¿Cómo puede un profesor tener buena comunicación con un alumno al cual previamente desvalorizó o ironizó?  ¿Cómo puede un profesor machista escuchar a una mujer, o un profesor racista a un negro?  Digo en el libro, si usted es machista, asúmase como machista pero no se presente como demócrata, usted no tiene nada que ver con la democracia.  Si en cambio usted insiste con los sueños democráticos, entonces va a tener que pensar en ir superando su machismo, su clasismo, su racismo.  En los Estados Unidos acaban de quemar iglesias de negros como si los negros en primer lugar no tuvieran alma y en segundo lugar, en el caso que admitiéramos que tienen alma, como si el alma negra estuviera sucia y ensuciara la oración.  Da pena cuando la blanquitud se arroga el derecho de ser la pedagoga de la democracia del mundo.  ¡Increíble cinismo!
Otra de las convicciones propias del docente democrático consiste en saber que enseñar no es transferir contenidos de su cabeza a la cabeza de los alumnos.  Enseñar es posibilitar que los alumnos, desarrollando su curiosidad y tornándola cada vez más crítica, produzcan el conocimiento en colaboración con los profesores.  Al docente no le cabe transmitir el conocimiento, sólo le cabe proponer al alumno elaborar los medios necesarios para construir su propia comprensión del proceso de conocer y del objeto estudiado.
La complejidad de la práctica educativa es tal, que nos plantean la necesidad de considerar todos los elementos que puedan conducir a un buen proceso educativo, nos impone la necesidad de inventar situaciones creadoras de saberes, sin las cuales la práctica educativa auténtica no podría darse.  Y digo esto porque las virtudes y las condiciones propicias a la buena práctica educativa no caen hechas del cielo.  No hay un Dios que envía virtudes de regalo, no hay una burocracia divina encargada de distribuir virtudes.  Saberes y virtudes deben ser creadas, inventadas por nosotros.  Nadie nace generoso, crítico, honrado o responsable.  Nosotros nacemos con estas posibilidades pero tenemos que crearlas, desarrollarlas y cultivarlas en nuestra práctica cotidiana.  Somos lo que estamos siendo.  La condición para que yo sea es que esté siendo.  Cada uno es un proceso y un proyecto y no un destino.  Es preciso que en mi propia experiencia social, en mi propia práctica yo descubra los caminos para hacer mejor lo que quiero hacer.  En mi práctica docente aprendí la necesidad de la coherencia, que no podía tener un discurso alejado de mi práctica, que tenía que buscar una identificación casi absoluta entre lo que decía y lo que hacía.  Y ésta es una virtud que se llama coherencia.  Descubrí también que la efectividad de mi práctica estaba ligada a la necesidad de aceptar el protagonismo de los demás, a la necesidad de no pensar que soy el único en el mundo que puede hacer ciertas cosas, y a la necesidad de no tener resentimiento con las personas que pueden hacer las cosas que me gustaría hacer y no hago porque no soy capaz.  Descubrí que no podía odiar a quien estaba feliz en el mundo simplemente porque estaba feliz, pero aprendí también que debía continuar indignado ante la difícil situación que crea la infelicidad de los demás.  Este respeto al derecho de los otros, este reconocer que los otros pueden hacer las cosas que nosotros no hacemos, se llama humildad.  Y la humildad no implica el gusto de ser humillado, por el contrario, la persona humilde rehúsa la humillación.
En conclusión, profesores y profesoras, educadores y educadoras, alumnos y alumnas, preocupémonos por la creación y la recreación en nosotros y en nuestros lugares de trabajo de aquellas cualidades fundamentales que son las que nos van a permitir realizar nuestros sueños.
(Selección de Cátedra)