viernes, 26 de abril de 2013

Última clase (25/4)





Hola a todo el grupo de Filosofía de la Educación:

Compartimos información de lo ocurrido porque hay compañeros que estuvieron ausentes.

Para poder evaluar y tener una nota de los alumnos, en lugar de la tradicional evaluación con formato de parcial, hemos consensuado en evaluar a través de una clase preparada por grupos conformados por 2, 3 o máximo 4 personas.
Cada grupo elegirá un tema que le interese para presentarlo a los demás compañeros y docentes.

El jueves último ya han sido elegidos los siguientes temas (por tanto los grupos restantes deberán decidir otros temas/autores)

- El grito manso
- Pedagogía de la autonomía
- Poder y Desaparición.

Cualquier duda lo seguimos conversando en la próxima clase.
La Cátedra.


miércoles, 24 de abril de 2013

La estrategia del "golpe suave"


LAS ETAPAS DEL 'GOLPE SUAVE'
Por Oscar Merlo

De acuerdo al politólogo estadounidense Gene Sharp, la estrategia del "golpe suave" puede desarrollarse por etapas jerarquizadas o simultáneamente.

1ra etapa: ablandamiento (empleando la guerra de IV generación)
    Desarrollo de matrices de opinión centradas en déficit reales o potenciales.
    Cabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento.
    Promoción de factores de malestar, entre los que destacan: desabastecimiento, criminalidad,
    manipulación del dólar, paro patronal (lockout) y otros.
    Denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y fractura de la unidad.

2da etapa: deslegitimación
    Manipulación de los prejuicios anti-comunistas (anti-populistas).
    Impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos y
    libertades públicas.
    Acusaciones de totalitarismo y pensamiento único.
    Fractura ético-política.

3ra etapa: calentamiento de calle 
    Cabalgamiento de los conflictos y fomento de la movilización de calle.
    Elaboración de una plataforma de lucha que globalicen las demandas políticas y sociales.
    Generalización de todo tipo de protestas, exponenciando fallas y errores gubernamentales.
    Organización de manifestaciones, trancas (piquetes) y tomas de instituciones públicas (no
    respeto a las instituciones) que radicalicen la confrontación.

4ta etapa: combinación de diversas formas de lucha
    Organización de marchas y tomas de instituciones emblemáticas, con el objeto de coparlas y
    convertirlas en plataforma publicitaria.
    Desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas para justificar medidas
    represivas y crear un clima de ingobernabilidad.
    Impulso de campaña de rumores entre fuerzas militares y tratar de desmoralizar los organismos
    de seguridad.

5ta etapa: fractura institucional 
    Sobre la base de las acciones callejeras, tomas de instituciones y pronunciamiento militares,
    se obliga la renuncia del presidente.
    En casos de fracasos, se mantiene la presión de calle y se migra hacia la resistencia armada.
    Preparación del terreno para una intervención militar del imperio o el desarrollo de una guerra
    civil prolongada.
    Promoción del aislamiento internacional y el cerco económico.


FUENTE: http://www.nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=8414

NOTA: el artículo abunda en ejemplos latinoamericanos: Venezuela, Nicaragua, Bolivia. Pero lo mismo está ocurriendo en Argentina.


--    
Liliana Ghisolfo
Psicopedagoga M.P. 1475
Lic. en Cs. de la Educación

viernes, 5 de abril de 2013

Testimonio contra los represores que actuaron en La Perla


“Sinvergüenzas, hijos de mala madre”
Lo brindó José Solanille, un peón rural que vivía a 500 metros del centro clandestino de detención cordobés. Hizo un pormenorizado relato de las atrocidades que allí se cometieron. Contó de los fusilamientos y de las fosas comunes.  Luciano Benjamín Menéndez se fastidió durante varios pasajes del testimonio de Solanille. 
Por Marta Platía

El arriero José Julián Solanille, de 83 años, sólo encontró en su vocabulario de campesino insultos y descalificaciones para retratar a los autores de las torturas y el asesinato de cientos de personas; para describir los hedores de los cuerpos quemados, las fosas repletas de cadáveres y los aullidos de los prisioneros de La Perla. Un sitio que distaba, según precisó al dar su testimonio en el juicio por los crímenes cometidos en ese centro clandestino de detención, “a unos 500 metros” de donde se encontraba su propia casa.“A principios de 1976 –arrancó– yo vivía ahí con mi mujer y mis seis hijos ahí cerquita de la cárcel de La Perla. Desde el 24 de marzo lo que ya venía viendo empeoró: se llenó de gente la cárcel y empezaron los gritos todas las noches. Desgarradores gritos todas las noches, señor juez. Mi mujer tenía miedo, se quería ir de ahí. Pero yo no sabía dónde ir, dónde si ahí tenía trabajo. Ahí es cuando empecé a ver lo que estos atorrantes, sinvergüenzas, hijos de mala madre estaban haciendo.”
Entre los imputados, Solanille reconoció a Luciano Benjamín Menéndez, a quien dijo haberle “tenido aprecio alguna vez”, ya que le calzó uno que otro caballo; al “Nabo” Ernesto Barreiro; al “capitán (Exequiel) Acosta”, alias “Rulo”; a Pedro Vergez, alias “Vargas”, y a Luis Manzanelli.
Recordó cuándo escuchó por primera vez el apodo de Barreiro: fue por boca de la mujer de un paracaidista de apellido Baigorria. “Me acuerdo que el marido tenía un Chevy amarillo. Venían y este señor dejaba a la señora, que era muy linda, en mi casa. Una vez ella salió al campo con un termo y estaba cerquita de la cárcel. Se sentían gritos. Se escuchaban muchos gritos de chicas. Entonces los dos vimos pasar a Barreiro como a unos ocho metros. Ella me dijo entonces ‘ahí va el Nabo. Vas a ver cómo se va a acabar el griterío de las putas ésas’.”
Barreiro se rió como si hubiese escuchado el mejor de los chistes. Pero su mano izquierda lo traicionó con un movimiento hiperkinético sobre su rodilla. El otro que no pudo con su propio cuerpo fue nada menos que Menéndez. Su pose impertérrita, pétrea, sostenida durante los seis juicios que lleva por delitos de lesa humanidad, estalló en añicos durante el testimonio de Solanille: estuvo sentado de lado en su butaca, el torso hacia adelante, el pecho casi tocándole los muslos en dirección al arriero. No quiso perder palabra de lo que dijo Solanille. Se molestó y masculló insultos por lo bajo en algunos pasajes, y varias veces levantó la mano para replicar. El juez le ordenó silencio. Sólo le admitió una queja: que el declarante “no debe calificar a los represores”. Pero ni eso lo tranquilizó: Solanille lo vio al frente de un fusilamiento masivo y dio cuenta de ello.
“Estaba con otro compañero en la Loma del Torito. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos... Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable. Mi mujer y mis hijos se quejaban. Era horrible.”
Solanille contó que días después pasó por el lugar y vio que habían tapado la fosa: “Se ve que estaba muy llena, porque sobró mucha tierra”. También recordó cuando una perrita que tenía comenzó a llevar a la cucha “huesos chiquitos, cabecitas muy chiquitas...”. Allí se quebró. Se cubrió los ojos celestes con una de sus manos y sollozó: “Perdónenme abuelas, pero la perrita traía manitos, bracitos, batitas celestes y rosas...”

El ternero y los cadáveres en el pozoSolanille recordó también la vez que uno de sus terneros cayó en un pozo y lo rescataron con otro campesino y unos soldados: “Tenía más de 18 metros. El animalito estaba parado. Pero alrededor había muchos cuerpos. Era espantoso. Salía un olor horrible. Había mucha gente muerta. Cabezas, piernas, brazos retorcidos, una chica con el pelo despeinado, para adelante... Sacamos el ternero. Un olor bárbaro tenía... Cuando volvimos después con los jueces y la Conadep, costó encontrar ese pozo, porque le habían hecho una loza de material arriba, y habían construido una casa cerca. Pero yo sé bien que ahí abajo estaba el pozo donde se cayó el ternero”.
El hombre dijo haber contado “más de doscientos pozos”, algunos grandes, otros más chicos. Todas tumbas. “Eran tumbas porque tiraban a la gente adentro y siempre sobraba tierra. A veces los enterraban tan mal que las lluvias lavaban el terreno y salían los huesos... Entonces los animales los agarraban. Los llevaban a mi rancho... Además el olor. Quemaban los pozos y, cuando había viento norte, el humo con ese olor de cristianos quemados llenaba mi casa. Con mi mujer discutíamos. Yo me había vuelto casi loco. Tanto que me fui a dormir a un rancho más adentro del campo para no tener tantos problemas. Ni una sola noche desde que vi todo eso me he podido olvidar de La Perla”, soltó. Y de nuevo los insultos “a estos vándalos, atorrantes, asesinos”.
Contó, además, de “la primera y única vez” que vio pasar un helicóptero por La Perla. “Fue el 3 de mayo de 1976. Iba a caballo y vi que tiraron como dos bolsas de papas. Eran dos chicas.”
Según Solanille, “algunas mujeres la pasaron muy mal, fueron muy maltratadas antes de que las mataran”. Dijo haber presenciado “una fiesta donde habían llevado a algunas chicas y las hacían chupar vino, se las tiraban unos con otros. Era espantoso”. Y también recordó un día que vio a “muchos jóvenes al sol, todos con los ojos vendados, las manos y los pies atados y, a un costado, llorando, a un chiquito de unos cuatro, cinco años”.
Solanille dejó casi sin preguntas a la defensa. Tan contundentes fueron sus dichos, a pesar de que, como era previsible, se intentó aducir “su pérdida de memoria por la edad”. Una afirmación que hizo sonreír a más de uno en la sala, considerando la minuciosidad de su relato.
Antes de terminar su declaración, memoró cuando una bala perdida casi lo mata a él: “Pero le dio a la yegüita en la que yo iba montado. Cuando me bajé, me manché con su sangre”. Furioso, volvió a darse vuelta y miró a los imputados. “Mire señor juez, los tengo acá, atrás, en mi espalda. Cuídeme, porque son capaces de cualquier cosa. Yo los he visto. De cualquier cosa.”
Antes de levantarse de su silla, el arriero pidió que “el juez y los periodistas” tomaran nota de algo: “Quiero decir que donde todos murieron, yo resucité. El año pasado, el 24 de marzo, cuando fui a La Perla, me infarté. Y si no fuera por los chicos de HIJOS, no estaría acá. Ellos me salvaron y no me morí por diez minutos, me dijo el médico. Emiliano Fessia (encargado de ese espacio de la Memoria) y los chicos me salvaron. Tanta gente que murió ahí y ahí yo resucité”, repitió, ya casi como para sí mismo.
Menéndez lo contemplaba, aún, doblado sobre sí mismo. La cara descompuesta, escuchando al único testigo que lo vio haciendo lo que todos saben que hizo y que el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército no niega: dirigir y ordenar la tortura y la matanza de cientos de personas en el campo de concentración más grande que ha existido en Córdoba. El de Solanille ha sido uno de los testimonios más terribles y definitivos de los que se han escuchado en lo que va de este juicio.
Fuente: Pagina 12

Otra víctima denunció al capellán Sabas Gallardo por complicidad manifiesta


"Una jauría salvaje y primitiva" formaban los torturadores de La Perla, dijo un sobreviviente

Córdoba.- Dos sobrevivientes de La Perla brindaron impactantes testimonios en la jornada de hoy. Juan José "Toto" López dijo que fue torturado por "una jauría salvaje y primitiva" que gozaba ostensiblemente al martirizarlo, y Alberto Colaski que el capellán Sabas Gallardo, un cura de acento español, le quitaba importancia a los suplicios que le habían infligido con la picana eléctrica diciendo que "más de cuatro horas no te habrán torturado porque en Argelia quedó comprobado que más que eso el cuerpo humano no aguanta".
López relató que fue torturado en La Perla por una "jauría salvaje y primitiva", al dar su testimonio en el marco del juicio por crímenes de Lesa Humanidad que tiene como principal acusado al ex general de división, Luciano Benjamín Menéndez.
López fue secuestrado el 20 de abril de 1978, por una patota integrada por entre 10 y 11 personas vestidas de civil y fuertemente armada, en la verdulería que tenía junto a su compañera María Ester Gómez en el barrio Iponá de la ciudad de Córdoba.
Recordó que fue introducido en un automóvil encapuchado y "atado con alambres" y trasladado a lo que después supo era La Perla.
Precisó López que cuando llegó al centro clandestino de detención "me llevan a lo que decían era La Margarita, que no era otra cosa que la sala de torturas, donde me desnudan, me atan las extremidades y me empiezan a pasar la picana por todo el cuerpo y me salpicaban (con agua) lo que aumentaba el dolor. Era algo espantoso".
Recordó visiblemente emocionado que mientras era torturado notaba el "grado de exaltación de esta jauría salvaje y primitiva: lo disfrutaban, era totalmente irracional" y añadió que por momentos escuhaba "sus gritos de excitación y los mios de dolor, y eso me quedó muy grabado".
Una herida que le infligieron se le infectó, dijo, y gracias a una prisionera, "Tita" Buitrago, de profesión enfermera que le diagnosticó una apendicitis, sus captores lo llevaron al Hospital Militar (de Córdoba), donde permaneció un tiempo hasta que fue devuelto a La Perla.
Tras realizar una descripción de las distintas nstalaciones que formaban parte del centro clandestino de detención, López recordó que en una oportunidad pudo ver en el baño "una pila de ropa y zapatos de desaparecidos".
Con posterioridad, siguió diciendo, fue llevado a otro centro clandestino conocido como "La Escuelita" ubicado en un predio frente a La Perla.
Añadió que en ese lugar, una madrugada, alrededor de las 4.30, "apareció un tal capitán Juan con otros torturadores y (junto a otros detenidos)nos metieron en un camión, nos tiran una frazada encima y nos llevan" a lo que después supieron era el Departamento de Informaciones (D2) de la policía de la provincia.
Desde ese lugar fue llevado a otro centro clandestino de detención conocido como la "Casa de Hidráulica" ubicada a orillas del Dique San Roque donde permaneció alrededor de diez dias, y luego fue devuelto a "La Escuelita", también conocido como "La Perla chica", dónde le otorgaron la libertad vigilada a mediados de setiembre de 1978.
Por su parte, Alberto Colaski, señaló que en una oportunidad, mientras era torturado, los represores le decían "te vamos a matar cuando nosotros querramos, no cuando vos quieras", al brindar su testimonio.
Colaski, fue detenido en la medianoche del 29 de junio de 1977 en el domicilio de un amigo en barrio General Paz de la ciudad de Córdoba.
Relató que fue secuestrado por un grupo de personas de civil con armas cortas que tiraron abajo la puerta de ingreso de la vivienda y también se "descolgaban de los techos".
"A partir de ahí comenzaron los golpes y el maltrato", dijo, y agregó que después escuchó una sirena de la policía y la voz de uno de los integrantes de la patota que le indicaba a otro: "'Decile que se vayan que estamos trabajando' y el coche policial se retiró".
Posteriormente Coslaski fue llevado al ex centro clandestino de detención La Ribera, donde fue constantemente golpeado y torturado con picana eléctrica.
Recordó que fue en ese lugar que le dijeron: "Acá no hay jueces, no hay abogados, no hay habeas corpus, acá depende de vos que te vayas al pozo o no".
Indicó que posteriormente fue trasladado a otro espacio de La Ribera, donde "me sacaron las ataduras pero seguían las vendas, me hicieron sacar el saco, me hicieron desvestir y ahí comenzaron nuevamente los golpes en una especie de tarima o mesa y se me empezó a sumergir en un tarro de agua, cabeza abajo; se golpeaba el tarro y con las manos a la altura de las orejas me golpeaban".
Colaski precisó que durante las sesiones de torturas "me decían comunista, judío. Les pedí que me mataran y me dijeron te vamos a matar cuando nosotros queramos, no cuando vos quieras".
El testigo denunció ante el tribunal que una de las consecuencias de las torturas a las que fue sometido fue la esterilidad que padece y señaló: "la vida compensa, no me ha dado hijos pero me ha dado sobrinos".
Posteriormente, Colaski fue trasladado el 5 de setiembre al centro clandestino La Perla, "donde aparece 'El Nabo' (el el mayor retirado Ernesto Barreiro, uno de los imputados)y ahí la cosas se pusieron más duras", porque se acentuaron las torturas.
Relató que en una oportunidad los sacaron al patio, "me hicieron arrodillar" y le practicaron un simulacro de fusilamiento: "me percutaron un arma varias veces en la cabeza, esas cosas perversas tenían".
Colaski fue luego llevado a la Unidad Penitenciaria número (UP1), donde escuchó al capellán de la cárcel, Sabas Gallardo que le decía que "más de cuatro horas de torturas no me deben haber aplicado, porque está comprobado en Argelia que más de 4 horas el cuerpo no aguanta".
De la UP1 fue trasladado al penal de La Plata, donde en agosto der 1982 se le otorgó la libertad vigilada y en diciembre de ese año la definitiva.
Previamente declaró María Ester Gómez, quien brindó detalles sobre el secuestro de su esposo, Juan José "Toto" López, el 20 de abril de 1978.
En su testimonio reconoció a los imputados, Oreste Padován como uno de los integrantes de la patota que secuestró a su marido y al sargento retirado Luis Manzanelli, como la persona que tuvo a su cargo la supervisión de la libertad vigilada que le habían otorgado a López.
El tribunal dispuso pasar a un cuarto intermedio hasta mañana ( por hoy) a las 10, cuando continúa la ronda de testigos previstos para este juicio.
Fuente: telam